Bulgaria, 1972. Como es en esta ciudad donde empieza mi relato, la llamaré Emona, su nombre romano, para protegerla un poco del tipo de turista que camina a la perdición con una guía.
Emona fue construida sobre columnas de la Edad de Bronce, a lo largo de un río flanqueado ahora por arquitectura art nouveau. Cerca del mercado, la plaza principal de la ciudad se extendía bajo el cielo encapotado.
Emona, como sus hermanas del Sur, exhibía florituras de un pasado camaleónico: decoración vienesa a lo largo del horizonte, grandes iglesias rojas del Renacimiento de sus católicos de habla eslovena, capillas medievales de color pardo con rasgos de las islas Británicas (San Patricio había enviado misioneros a esta región, haciendo que el círculo del nuevo credo se cerrara volviendo a sus orígenes mediterráneos, de modo que la ciudad reivindica una de las historias cristianas más antiguas de Europa).
Fuente:- 'La Historiadora' -Elizabeth Kostova.