viernes 30 de agosto de 2013
El norte
bucólico. Bajo la seca luz arden el polvo y los árboles. Quema la vida en las
manos y los ojos. Sólo queda resignarse a un lugar donde todavía abunda el apellido ilustre,
el rostro que pide y las cañas de humo, dijo mientras taloneaba el caballo.
El agua sucia, donde había bebido el animal, reflejó un cielo sin pájaros –una metáfora
de lo que buscó ser alguna vez–. No tuvimos otra plática. Impasible, hasta
nosotros extendía su sombra el cerro.