La canción es Johnny, de Craig David. No suele gustarme la música de este cantante, pero cuando se habla de bullying, habitualmente se consigue tocar mi fibra sensible. Os dejo el videoclip sacado de Youtube y con sus correspondientes subtítulos en castellano. Después, el relato.
Es la segunda vez esta semana que a Sandra le pegan un chicle en el pelo. Se trata de la parte más preciada de su cuerpo, y ya se lo ha tenido que cortar en una ocasión a la altura de los hombros. Aunque insistió a su madre para que no diese un simple tijeretazo, para que se deshiciera tan sólo del mechón afectado o que tratara de despegarlo de algún modo, la mujer, con el tiempo justo para ir a trabajar, dejó a su hija con un desigual corte de pelo hecho con las tijeras sin demasiado cuidado. Esa vez acude a la peluquería, y le hacen un corte a la altura de la barbilla. Sandra observa con angustia la fealdad que refleja el espejo: su nuevo peinado remarca sus ya de por sí exageradamente huesudos pómulos. Le hace la cara más larga. Parece enferma.
-Se te ve mayor –dice la peluquera, complacida. Ella aprieta los labios para no echarse a llorar mientras su madre paga antes de salir del local.Se pregunta cuánto tardarán sus compañeras en darle un nuevo mote tras ser testigos del nuevo look que la han obligado a adoptar. Así, pronto se añaden huesuda y esqueleto a los ya tan familiares palo de escoba, anoréxica y bulímica. -Si te ponemos bocabajo, con ese pelo ya podemos barrer la clase –comenta con ingenio una de las chicas de su curso. -¿Has estado vomitando o es el corte de pelo? –alude otra a su delgadez. Pasa por el lado de ambas, cabizbaja y en silencio. Contestar no sirve de nada. Callar, tampoco, pero al menos los abusones se cansan antes, y así suele librarse de golpes dolorosos.
Sandra mide 170 centímetros y pesa 50 kilos. Debería engordar algunos kilos más para estar en su peso perfecto, pero su complexión alta, delgada y de huesos marcados potencia la imagen de persona flaca. No debería preocuparse tanto por su aspecto físico, sino por su salud, lejos de todo agobio. No sabe que le convendría hacer oídos sordos ante lenguas viperinas. Y no lo sabrá, porque la gente hará oídos sordos. Los profesores, la vista gorda. Los padres dirán que son cosas de niños. Sandra callará todo lo que piensa. Sus inquietudes, sus temores, sus complejos. Porque eso es lo que le ha enseñado la vida. Y con esas lecciones ha aprendido a ocultar sus heridas físicas bajo la ropa. No necesita esconder las más profundas, sino más bien al contrario: algún día no sabrá cómo mostrarlas.