Magazine
Santana, el espíritu latino
Publicado el 07 octubre 2009 por RoggerEscribe Rogger Alzamora Quijano
Hay en Carlos Santana la versatilidad para ocupar distintos flancos de la música. Sin embargo su particular gorjeo lo distingue por sobre el resto. Carlitos es capaz de dejar ver su alma en su guitarra. Trasciende como pocos a su propio mito. No es fácil hacerlo para quienes como él plantaron el árbol de la fantasía hace más de treinta años y lo sostienen cada día.
No se puede decir que su presencia en Woodstock haya sido meramente casual, pues los organizadores hubieran podido elegir a cualquier otro. Lo invitaron a trepar al escenario sabiendo lo que Santana podía ofrecer. Y apenas se dejó oír, la gente olvidó la lluvia y el 16 de agosto del 69 pasó a ser su natalicio. El frenético ritmo que le imprimió a su ejecución se vio enmarcado por el batería Mike Caravello, con cara de chico malo, pero con sus manos como avispas.
Fillmore West se hizo su casa y tampoco fue casual. Allí tocaban los célebres de San Francisco. Pero tuvo que esperar hasta “Abraxas” para convencer con la genialidad de sus fusiones latinas, repletas de cueros y teclados de raigambre “blusera”.
No voy a hacer un compendio de sus obras. Este es más bien un intento por entender sus caracterizaciones.
Y comenzaría por lamentar la ruptura del grupo en el 71, justo cuando su música empezaba a tomar aires psicodélicos, además.
La nueva postura mística que había adoptado Carlitos, luego de su encuentro con el gurú Sri Chinmoy lo llevó a hacerse llamar Devadip: un Santana pacifista aunque controversial y de pelo corto. Gregg Rolie lo abandonó para dejarlo en manos de Leon Thomas, quien aplicaría basamentos eufóricos en sus improvisaciones. No haría extrañar a Rolie.
Hay devaneos que cuestan. Y esos fueron los de Santana. Fueron de malo a regular en largos años de meditaciones, pero no perdieron su linaje afro ni su calor latino. Sin embargo se vendieron por millones y eso supone vigencia, al menos.
“Blues for Salvador” sería su reencuentro con la excelencia, a pesar de que habría de esperar a “Supernatural” (1999) para enardecer a su público, tal cual en Woodstock.
Esperamos veintiocho años para ver regresar al Carlos Santana ecléctico, al sumum de la música visceral, del orgasmo onírico. No había existido sino elucubraciones más o menos perspicaces en un largo intermedio, donde casi se nos va de las manos.
Santana es “Soul Sacrifice”, “Evil Ways”, “Wainting”, “Jingo”, “Oye cómo va”, “Black Magic Woman”, “Samba pa ti”, “Singing winds, crying best”, “Mother´s Daughter”, “El Nicoya”. Es “Everybody´s everything”, “Batuka”, “No one to depend on”, “Everything´s coming our way”. Santana es, por supuesto, “Persuasion”, “Savor”, “Fried Neckbones”.
Santana es “Supernatural”.
Con todo este material se podría muy bien vivir feliz. Mucha música para el espíritu. No importan ya, entonces, los veintiocho años del misticismo de Devadip, si al final habría de regresar el mito viviente, el hombre a quien la cultura latina debe la emoción de sus sentidos.
De toda su amplísima discografía elegí el video de Woodstock, como una muestra. Increíble, fantástico, genial, trepidante!!! Nueve minutos de locura.