Decía Winston Churchill que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Exactamente es lo que le ocurrió a Santiago Carrillo. Fue un estadística, un líder, un fumador, y, por encima de credos e ideologías, un integrador. O sea, un eslabón imprescindible dentro del complicado engranaje de la Transición. Hablando en cristiano, y dirigiéndome a toda la chusma que le precedieron cargados de egos, vanidades, chequeras y demás circunloquios, Carrillo fue un espejo en el que muchos y muchas deberían haberse fijado antes de musitar palabra o de ejecutar gesta. Marchó con discreción y en silencio. Durmiendo, previsiblemente desilusionado y triste al observar, como dijo en su Gijón del alma en el mes de junio de 2011, que en España los políticos no eran capaces de ponerse de acuerdo en aras del bien común de los ciudadanos. Aquel deseo era su gran ilusión que esta gente maquiavélica le arrebató con alevosía y ensañamiento. En aquella ocasión, Gijón lo recibió el dia de San Pedro para darle el título de Hijo Predilecto de la Villa de Jovellanos, de su villa en cuya costa descansará para siempre. Aquí, entre pitillo y pitillo, andará ojo avizor pendiente de quienes andan a la greña amparados en siglas políticas y no se acuerdan que, por delante de los símbolos, están los ciudadanos y sus problemas. Ayer lo anuncié en las redes sociales. Hoy lo suscribo desde este púlpito. Textualmente: Hoy marchó
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Santiago Carrillo: Imprescindible para entender la Transición
Publicado el 20 septiembre 2012 por HouseDecía Winston Churchill que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Exactamente es lo que le ocurrió a Santiago Carrillo. Fue un estadística, un líder, un fumador, y, por encima de credos e ideologías, un integrador. O sea, un eslabón imprescindible dentro del complicado engranaje de la Transición. Hablando en cristiano, y dirigiéndome a toda la chusma que le precedieron cargados de egos, vanidades, chequeras y demás circunloquios, Carrillo fue un espejo en el que muchos y muchas deberían haberse fijado antes de musitar palabra o de ejecutar gesta. Marchó con discreción y en silencio. Durmiendo, previsiblemente desilusionado y triste al observar, como dijo en su Gijón del alma en el mes de junio de 2011, que en España los políticos no eran capaces de ponerse de acuerdo en aras del bien común de los ciudadanos. Aquel deseo era su gran ilusión que esta gente maquiavélica le arrebató con alevosía y ensañamiento. En aquella ocasión, Gijón lo recibió el dia de San Pedro para darle el título de Hijo Predilecto de la Villa de Jovellanos, de su villa en cuya costa descansará para siempre. Aquí, entre pitillo y pitillo, andará ojo avizor pendiente de quienes andan a la greña amparados en siglas políticas y no se acuerdan que, por delante de los símbolos, están los ciudadanos y sus problemas. Ayer lo anuncié en las redes sociales. Hoy lo suscribo desde este púlpito. Textualmente: Hoy marchó