Revista Literatura

Santiago Carrillo: Imprescindible para entender la Transición

Publicado el 20 septiembre 2012 por House

   Decía Winston Churchill que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. Exactamente es lo que le ocurrió a Santiago Carrillo. Fue un estadística, un líder, un fumador, y, por encima de credos e ideologías, un integrador. O sea, un eslabón imprescindible dentro del complicado engranaje de la Transición. Hablando en cristiano, y dirigiéndome a toda la chusma que le precedieron cargados de egos, vanidades, chequeras y demás circunloquios, Carrillo fue un espejo en el que muchos y muchas deberían haberse fijado antes de musitar palabra o de ejecutar gesta.    Marchó con discreción y en silencio. Durmiendo, previsiblemente desilusionado y triste al observar, como dijo en su Gijón del alma en el mes de junio de 2011, que en España los políticos no eran capaces de ponerse de acuerdo en aras del bien común de los ciudadanos. Aquel deseo era su gran ilusión que esta gente maquiavélica le arrebató con alevosía y ensañamiento. En aquella ocasión, Gijón lo recibió el dia de San Pedro para darle el título de Hijo Predilecto de la Villa de Jovellanos, de su villa en cuya costa descansará para siempre. Aquí, entre pitillo y pitillo, andará ojo avizor pendiente de quienes andan a la greña amparados en siglas políticas y no se acuerdan que, por delante de los símbolos, están los ciudadanos y sus problemas. Ayer lo anuncié en las redes sociales. Hoy lo suscribo desde este púlpito. Textualmente: Hoy marchó #Carrillo, lúcido, fumador, lider, intelectual, político, y ciudadano hasta la médula. Se van los buenos, y nos queda la chusma. Cierto, se van los buenos, los que dieron el callo para construir lo que hoy podemos disfrutar: un gran país que esta tribu de señoritingos feudales y aburguesados jueguan a repartirse y a joder a quién peor lo está pasando. Como Santiago Carrillo, Torcuato Fernández Miranda, Gregorio Peces-Barba, Ernest Lluch, Manuel Fraga, Enrique Tierno Galván, Jordi Solé Tura o Gabriel Cisneros. Deberían ser el espejo de esa caterva de oscuros acaudalados de tres al cuarto, de ese acervo de palanganeros de mancebía que, sin oficio ni beneficio, pretenden hacernos creer que son nuestros políticos. ¡Cuadrilla de ingenuos! Políticos eran Santiago Carrillo y los ya citados, pero no esta horda barriobajera. Son anodinos hasta la saciedad. ¿Por qué no han tenido narices de ofrecer el Congreso de los Diputados para instalar la capilla ardiente de Carrillo? El Congreso es la casa de todos los españoles. Se les olvidó el matiz. ¿Acaso se les caía la cara de vergüenza al darse cuenta que este buen hombre ya no podrá ver el homenaje que las instituciones españolas estaban obligadas a tributarle? ¿Por qué esa gloria no se le tributó en vida? Vomitivo, sin alharacas. Un favor: Ruego que esta tropa de estúpidos patológicos caigan en la cuenta que de los verdaderos políticos que se la jugaron en la Transición aún vive la piedra angular de aquel colectivo, aunque lamentablemente, su salud sea ya muy deplorable. Claro, por supuesto, me refiero a Adolfo Suárez. Grande entre los grandes. Como los anteriores. El legado de Santiago Carrillo iluminará siempre. Otra cosa bien distinta es que esta pandilla de alumbrados se de cuenta de quién fue, qué papel jugó en la Transición, y qué mensaje nos dejó. Cuando el año pasado pude conocerle en persona me di cuenta de que, a pesar de sus noventa y seis años, su mente continuaba estando tan lúcida como el primer día, pero con un valor añadido: la experiencia que da la edad y los vaivenes de la vida. A Unamuno le dolía España. A mi me apesadumbra la realidad. Comprobar como se van marchando los políticos y estadistas de verdad, y lamentablemente nos queda una banda de trompeteros cuya especialización laboral es el mangoneo y el choriceo: Una realidad innata en nuestro país desde hace décadas. Permítidme que me carcajee al leer unas declaraciones del ilustre González Pons en las que ha afirmado que Carrillo  “representó junto a otros la generosidad de una España que quiso volver a estar unida, olvidar las discrepancias del pasado y construir un futuro”. ¡Cuánta procacidad! Les echaremos de menos. Nos acordaremos de ellos. Nos daremos contra la pared al observar que no somos capaces detener el tiempo y lograr que ellos, que se jugaron mucho –incluidas sus vidas-, ya no volverán a integrarnos, a consensuarnos, a unirnos. Esa tarea es nuestra, de cada uno de nosotros. Ellos nos dieron ejemplo y nos marcaron una senda. Pero tenemos que recorrerla nosotros mismos… aunque Santiago Carrillo nos vigile desde la costa cantábrica. Por cierto, hoy en el auditorio Marcelino Camacho eché de menos a un paisano suyo, un ex Presidente del Principado de Asturias. ¿Tan aplicado estaba que no tuvo tiempo de rendir homenaje a quién fue capaz de unir a los españoles en los momentos tan difíciles de la Transición? Menos mal que era paisano suyo porque de lo contrario…

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