Si me amas, ¿Por qué estoy muriendo?
Esa misma noche llegue a casa caminando. A pesar de que no pasaba de la una de la mañana, no me sentía con ganas de andar recorriendo la ciudad después de todos los sorprendentes acontecimientos que habían pasado. Simplemente no era mi noche.
Vivo en un pequeño distrito de departamentos al este de la ciudad, que anteriormente había sido una estación de bomberos, justo antes de llegar a la zona residencial donde están las verdaderas casas. El edificio había sido remodelado un millón de veces, pero no es fácil quitarle su esencia a las cosas, como suelen decir "aunque la mona se vista de seda…" y plenamente le hacía justicia al dicho, puesto que aún conserva el blasón en una de las paredes.
Lo maravilloso de todo era la sutil imagen contrastante que se obtenía al mezclar un edificio ambiguo con los cientos de inmuebles aledaños que si habían sido construidos por un arquitecto interesado en crear algo moderno y agradable a la vista. Era como introducir una semilla rancia en un bote de chicharos verdes recién cosechados.
El interior del departamento tampoco era perfecto, pero podía sentirme cómoda y algunas veces me sentía dentro de un verdadero hogar. La sala y la cocina eran casi la misma habitación, solo estaban separadas por un sillón que ya estaba incluido junto con otros muebles cuando lo alquile; fue toda una ganga. Además, contaba con dos habitaciones espaciosas, un balcón y un solo baño. Puedo decir sin miedo a equivocarme, que es un departamento demasiado amplio para una chica vampira.
Mi habitación era la primera puerta frente a la sala. Ahí las paredes carecían de ventanas, lo que me ofrecía una protección segura contra los rayos del sol; nuestro enemigo mortal. Me despoje de la playera manchada de sangre tirándola al piso, saque del armario una pequeña bata, cortesía de mi local, y tan solo dormí.
Los siguientes dos días, me sirvieron para reflexionar con más calma todo lo que había pasado.
Por toda Nueva Berry corría un sinfín de rumores acerca de la muerte de Gabriela. Desde que era la amante del alcalde, hasta que había mantenido una relación amorosa con un magnate de las drogas, la esposa de este se entero y la mando a matar. Era tema de conversación obligada en cualquier plática, incluso los niños inventaron una canción para saltar la cuerda.
Gabriela tiene un amante
Es un hombre importante
Su esposa la mando a matar
Muerta en un callejón esta
Los forenses realizaron todo tipo exámenes al cuerpo, encontraron dosis de drogas y la causa de muerte; desnucamiento. Pero lo que me parecía más extraño era que nadie, ni siquiera en los periódicos se hablaba del hombre al que asesine, quiza su compañero había regresado por el cuerpo y se aseguro de no dejar ni una mancha de sangre.
La madre de Gabriela habló para el periódico local, para el noticiero y para la radio. Comento que su hija había vuelto a las drogas y al parecer, estaba endeudada por lo que había estado vendiendo sus cosas e incluso que nos había robado un par de prendas. El funeral se realizó de día por lo que no pude asistir, Marcia si lo hizo pero no hubo nada interesante.
Debo admitir con un poco de envidia que Gabriela se había vuelto toda una celebridad.
Y respecto al vampiro Eleazar, no lo había visto desde esa noche, lo que me preocupaba un poco. Tal vez ya nunca volvería a ver esos ojos. Que va, el se lo pierde.
El local había estado atiborrado de personas más de lo que había estado en meses y eso que no era temporada de ventas. La mayoría de las personas solo venían a conocer el lugar donde había trabajado Gabriela, esperando que le contáramos algún chisme sobre ella o por lo menos robarnos un par de prendas.
Marcia estaba casi recostada en el mostrador mientras miraba con una cara de pocos amigos a las personas que echaban un vistazo a los exhibidores con ropa. Seguramente estaba un poco agobiada por todo el trabajo que se le debió haber juntado ahora que Gabriela no estaba.
— ¡Tuve la peor cita de todas!— dijo frenéticamente Marcia cuando se percato de mi presencia. — Espera…señora, le cuento tres para que saque de su bolsa lo que se metió. — le gritó a una señora gorda con un enorme bolso color purpura.
La señora ofendida sacó de su bolsa una playera regresándola de nuevo a su lugar de origen, Marcia le señaló la puerta y la mujer salió sin decir ninguna palabra. No notificamos a la policía porque no es algo que nos juste hacer, preferimos exponerlos en público. Eso siempre sirve, llamémoslo Marcia-Bullyng.
— Entonces, ¿Cómo estuvo tu cita? — pregunte, una vez que se calmó la situación.
Hace algunos días Marcia se había alistado a las filas de una nueva tendencia que se estaba estableciendo en la ciudad; el celibato. Solo que ella cambió un poco las reglas de su parte, pues solo se "divertiría" hasta la tercera cita. Esa fue la de anoche.
— Santiago me llevó a un restaurant, ordenamos la comida y a la hora de pagar, resultó que olvidó su cartera. Así que termine soltando de mi propia bolsa. —Bufó— Fuimos a su casa, tomamos una copa de vino, empezamos a besarnos y cómo ya conoces mi regla, esta era la tercera cita. Cuando estábamos en plena acción, su madre salió de su habitación con un matamoscas en la mano y empezó a golpearme repetidamente llamándome "lagartona". — dijo burlándose de ella misma.
— Espera, ¿Qué edad tiene Santiago? —pregunte dubitativa ante lo que me había contado.
— No lo sé. — dijo entre cortante. —diecinueve o veinte.
— ¡Pero Marcia!, es un adolescente — exclame entre risas. Las dos teníamos veintisiete años y cuando una mujer salía con un hombre muchos años menor que ella se le llamaba comúnmente "lagartona".
— ¿Cómo querías que lo supiera? Nunca se me ocurrió pedirle su credencial para constatar su edad. — dijo avergonzada. — Además, si Jennifer López y Madonna lo hacen ¿Por qué Marcia torres no puede hacerlo? — automáticamente cualquier rastro de vergüenza en su rostro se transformó en orgullo.
Dos señoras se acercaron al mostrador para pagar los productos que llevaban en sus manos, Marcia las atendió mientras yo me evaluaba algunos escaparates que lucían vacios.
— ¿Estás bien, Sarah? Te noto un poco apagada. ¿Saliste a "cenar" anoche? — preguntó haciendo énfasis en sus palabras.
— Si, la comida estuvo perfecta. Hay algunos estantes vacios, iré a la bodega por más productos. —
Guillermo Castro, el bodeguero estaba recostado sobre unos cartones, casi a punto de dormirse. Generalmente es el primero que llega al lugar, no tiene muchas funciones, solo se encarga de abrir y cuando llegan productos nuevos es el que se encarga de bajarlos. Al verme frente a él se levantó rápidamente mientras se colocaba su gorra en la cabeza.
— Señorita Serafini, que bueno que llego. Estaba a punto de quedarme dormido.
Guillermo tenía veinte años, era uno de los pocos jóvenes que pasaba más tiempo pegado en los libros que de una botella de alcohol. Era alto y muy delgado, que Marcia lo apodaba "fideo castro", además su visión le fallaba un poco por lo que se escondía detrás de unos lentes mucho más grande que su rostro entero.
— ¿Por qué no te has ido, Guillermo? — pregunte. — No me digas que te corrieron de tu casa.
— No, señorita Serafini. Lo que pasa es que la señorita Torres no me permitió que me fuera hasta que usted llegara, por si necesitaba ayuda extra. — al termino de sus palabra salió un ligero bostezo acompañado de unas cuantas lagrimas que salieron de sus ojos hinchados.
— No te preocupes, vete a casa. — el chico me compartió una sonrisa y salió de la bodega con una flojera que estuve a punto de sambutirlo en una tina de agua helada.
Tome dos cajas en mis manos que contenían las prendas que hacían falta en los estantes, no eran muy pesadas pero las personas me miraban sorprendida cuando salía de la bodega. Como si no pudiera ser capaz de hacerlo. Y cuando menos lo pensé, Eleazar estaba recargado a espaldas del mostrador con la mirada perdida en el escaparate de enfrente.
— ¿Estás seguro que no quieres medirte alguno? — dije sonriendo mientras me colocaba a su costado, poniendo las cajas sobre el mostrador.
Estaba completamente rígido, que fácilmente podría hacerse pasar por un maniquí. Me dedico una pequeña mirada sobre su amplio hombro regresando de nuevo la vista al escaparte. No pude controlar el pequeño suspiro que salió de mi, tengo que admitir que esto se estaba convirtiendo en una clase de juego.
— Hola, ¿Cómo estás? — dijo severamente seguido de una ligera sonrisa, dejándome ver la falta de respeto que estaba cometiendo. — Espero que no te moleste mi presencia, solo quería saber que estabas bien.
Le eche un vistazo a Marcia, tenía la boca abierta mientras miraba al vampiro de pies a cabeza, estaba muy segura que cuando lo viera reaccionaria de esa forma y solo por curiosidad mire sus piernas por si se le habían caído los calzones. Afortunadamente no paso.
— No me molesta. Solo que no pensé que te preocupaba tanto. — dije intentando que mi voz sonara un poco indiferente. — Y sí, estoy bien. Soy mucho más fuerte de lo que crees. — añadí sonriendo y el vampiro me correspondió.
Pero no era la misma sonrisa de la noche que nos conocimos, era más bien un poco incomoda. Incluso no lo había notado, pero ya no tenía el ligero brillo en su piel bajo la luz del techo, las facciones de su rostro estaban menos detalladas y sus enormes ojos café se miraban apagados. Pero aun así, seguía siendo perfecto.
— Además… ¿Quería saber…? ¿Si tú querías…? Me refiero a… — habló entrecortado mientras miraba un poco confundido a su alrededor. — ¡Diablos! ¿Quieres salir esta noche? — añadió un poco nervioso concentrando su vista solo en mi, al parecer yo no era la única nerviosa en este tipo de situaciones.
Deje lo que estaba haciendo para prestarle completa atención a sus palabras. Medite unos momentos solo para hacerme la difícil y afronte la situación de la mejor manera que se me había ocurrido.
— ¿Quieres que salgamos? — pregunte dubitativa. — ¿No tendré problemas con tu novia?
Eleazar dejó la pregunta al aire por unos segundos, como si estuviera analizándola. Tal vez estaba esperando que mi respuesta tan solo hubiera sido «si, ¿A dónde me llevaras?» pero por la expresión que adoptó su rostro, parecía que me había equivocado.
— No me refiero a ese tipo de salida. — contestó apenado.
Entonces comprendí todo. El quería salir a "comer" pero no precisamente comida como cualquier humano, sino sangre. Es por eso que su semblante era diferente, porque no se había alimentado. Tal vez se había puesto a dieta.
— Yo tampoco — replique rápidamente conteniendo la vergüenza. — Puedes pasar por mi cuando termine de trabajar, justo a las nueve y cuarto. Ahora si me disculpas. — tomé un cartón dirigiéndome al escaparte vacio mientras el vampiro salía del lugar.
Aprovechando que la única clienta en el local estaba en el probador, le conté todo lo que había pasado a Marcia, le tenía una gran confianza que era imposible no hacerlo. En cuestión de minutos sabia toda la desgracia que había ocurrido en el callejón, quien era el causante de la muerte de Gabriela incluso de la invitación que me había hecho. Pero no le tomó mucha importancia, era como si le estuviera contando un chiste o algo por el estilo, en cambio le intereso mucho más escuchar sobre Eleazar.
— Me contó que existen reglas y una de ellas es que ningún humano debe de saber de nuestra existencia. Es por eso que mató a Gabriela, quería asegurarse de que el secreto estaría a salvo. — le explique a Marcia la cual tenía una enorme sonrisa en su rostro.
— ¡Amiga, ese hombre es perfecto! Es una lástima que todos los hombres que valen la pena, no estén solteros. — dijo pensativamente, estaba segura que se lamentaba de Stephen Moyer. — Yo te aconsejo que, espera… entonces… ¿me va a matar? — agregó estremecida después de pensar bien las cosas.
Era algo que estaba temiendo contarle, pero ella lo tenía que saber. Como tal, Eleazar quería proteger el secreto de nuestra existencia, eso implicaba matar a Gabriela y si se enteraba de que Marcia lo sabía, ella sería la siguiente en su lista.
— No, amiga. Por eso es muy importante que nadie sepa mi secreto. No dejare que te pase nada— dije firmemente dando una palmada en su mano para que no se preocupara.
Esperaba sonar lo más convincente, pues ante todo tenía que asegurar la vida de Marcia, pues yo la metí en este problema.
— Aunque creo que sería algo sensual que un vampiro se alimentara de mi. — insinuó dejando escapar un pequeña sonrisa entre dientes mientras se tocaba sensualmente el cuello.
— Tal vez hasta ya han comido de ti y no lo recuerdas. — Marcia me miró confundida. — Usualmente cuando me alimento, bebo un poco de sangre de una persona y le borro la memoria. Es más fácil de esa manera, así que no tengo que andar asesinando personas o liándome con alguno. —
Por un momento su rostro estaba pensativo, movió su espesa cabellera un poco, como si le costara pensar y de un momento a otro esbozó una gran sonrisa de oreja a oreja. En realidad, creo que la mayoría del tiempo le cuesta pensar.
— Eso me convendría mucho. Imagínate, salir con un chico que solamente te atrae físicamente pero una vez que obtienes lo que quieres, le borras la memoria y listo, ya no sabe nada de ti, aja. — al terminar sus palabras mantuvo su enorme sonrisa con más fuerza mientras asentía repetidamente con la cabeza moviendo toda su cabellera.
— ¡Marcia por favor! contigo el pecado se convierte en directamente en penitencia. No cabe duda.
— De todas formas, estaré lista para cuando venga el vampiro por si me quiere hacer suya.
Marcia tomó su bolso de la repisa debajo del mostrador, sacó de su interior maquillaje, pintura labial y una decenas de cosas que empezó a poner en su rostro. Una mujer alta que estaba en el probador salió directamente al mostrador, pagó las prendas que se iba a llevar y en el momento en el que abrió la puerta para salir un olor insólito entró sigilosamente hasta los orificios de mi nariz, era una extraña mezcla entre hierbas aromáticas e incienso. Sabía claramente a quien pertenecía ese perfume.
— David viene a visitarnos. — asegure a Marcia que seguía untando su cara de maquillaje. — Huelo su perfume claramente ¿Qué esencia usa?
— Seguramente a perdedor, su olor natural. Sera mejor que me vaya al almacén. — contestó despectivamente mientras se levantaba de la silla, justo al término de sus palabras la puerta se abrió. — ¡Maldición! — exclamó en voz baja.
El chico entró al lugar con una enorme sonrisa perfectamente blanca que estaba más que nada dirigida hacia Marcia que no se sentía muy cómoda con su visita. Con su caminar firme, el sonido de su collar de colmillo al golpear con su pecho y su mirada cautivadora, completaba su entrada triunfal.
— ¿Cómo están chicas? ¡Vaya! Sarah, te ves perfecta. — Dijo mirándome de arriba abajo examinándome. — ¡Pero Marcia! Déjame decirte que tu también te vez perfecta, sin contar a las arrugas que aparecieron en tu frente. — se apresuro a decir en tono vacilante pero era claro que a Marcia no le gustó para nada el comentario.
— ¡Púdrete, David! — repuso Marcia ofendida sin siquiera lanzarle una mirada a David.
— ¿Estás yendo de nuevo al gimnasio? — pregunte desinhibida al tocar uno de sus brazos descubiertos por su camisa que lucían cada vez mas trabajados.
— No se necesita ir al gimnasio para tener este cuerpo. Podrías lavar fácilmente tu ropa aquí. — se dio tres golpes en el abdomen con aire presumido.
Ese es David, un buen chico. Es dueño de una tienda de música a unas cuantas calles, donde generalmente compro mis discos. No tiene un cuerpo perfecto, como cierto vampiro, pero es apreciable. Su cabello rubio tiene un ligero tono naranja contra el sol, tiene ese fugaz brillo en sus oscuros ojos y unas pequeñas arrugas en sus mejillas cuando se ríe. Es baterista en una banda de rock local -la noche de Selene- un nombre ridículo, pero tocan mucho mejor que otras bandas con mayor prestigio.
— ¿Cómo vas con tu banda? Escuche que tocaran, en… espera… ¿Bohemia bar?— no recordaba muy bien el nombre del lugar.
— «See», de hecho venia a invitarlas. Nuestro representante nos consiguió que abriéramos a "vomito revoltoso", así que tendremos suerte, a ellos les tocaran esta vez los tomatazos. — dijo resignado sin dejar de lanzar pequeñas miradas a Marcia. — Tal vez les dedique un par de canciones. —
— Claro, ahí estaremos. — dije enérgicamente sonriendo. De nuevo escuche maldecir a Marcia, pero esta seguía sentada frente a la computadora.
— Deberías llevar uno de estos bajo tu blusa, Marcia. — tomó la parte superior de un traje de baño que estaba sobre la mesa y lo tendió frente a su cara observándolo. — No lo sé, tal vez con la euforia de la música, subas tu camisa para mí.
— dijo con una sonrisa descarada en su rostro.
Hace tiempo, los dos sostuvieron una corta relación que parecía que daría más. Aunque los dos son muy diferentes, en todos los sentidos, son la pareja perfecta. Pero alguien cometió una infidelidad (posiblemente Marcia) y terminaron. Ninguno de los dos quiso comentarme nada de lo que paso.
— ¡Eso quisieras! — se defendió Marcia. — Ni en un millón de años podrías tenerme frente a ti sin camiseta. Esa es la cruda verdad entre la realidad y la ficción, aja. — se burló con una gran sonrisa como si hubiera salido victoriosa.
— Sabes bien que ya lo he hecho. — resoplo David con orgullo y la sonrisa de Marcia desapareció al instante. Fue la gota que derramo el vaso y antes de que pasara algo peor interrumpí.
— Basta chicos, por favor. Son adultos deberían de comportarse. — reprimí en tono serio a los dos. Parecía una pelea entre un perro y un gato, ó peor aun diputados en la cámara de senadores después de un largo debate.
Marcía era mi mejor amiga, conocía claramente todos mis secretos más íntimos, además de que tenía una gran confianza en ella. David se había vuelto lo más cercano a un mejor amigo, me sentía cómoda estando en su compañía y es de los pocos chicos con los que he tenido fantasías. No tengo la culpa de sentir debilidad hacia los chicos como él. Pero sus constantes peleas realmente me afectaban.
— En fin, tengo cosas que hacer, Sarah. Te veo en la tocada. — dijo despidiéndose solo de mi.
— ¡Suerte! Que te vaya bien. —
— ¿Saben? Siempre que vengo aquí, termino teniendo fantasías con Marcia en ropa interior. — soltó una gran carcajada que hizo que Marcia se levantara de su silla al instante.
— ¡Mejor ten fantasías con tu abuela en ropa interior! — grito a David que salía a toda velocidad del local.
Siguió manteniendo la enorme sonrisa mientras pasaba por enfrente de la ventana y antes de finalizarla lanzó un beso que hizo que Marcia se enojara mas.
— ¡Relájate, Marcia! No eras tú la que dices "hay que disfrutar la vida, aja". — dije intentando igualar un poco su voz. — ¿Intentarías llevarte bien con David? ¿Lo harías por mí? — dije casi suplicando, esperando que sucumbiera ante mis palabras.
— Lo intentare, pero no te aseguro nada. ¿Te parece que cerremos ya? —
Justo en ese momento el vampiro Eleazar cruzó la puerta de la entrada con su típica mirada retraída. Mire el reloj de pared disimuladamente, sorprendida al constatar que era exactamente las nueve y cuarto.
— Eres muy puntual. — dije impresionada.
— Es algo que se ha perdido en esta sociedad actual. — dijo Eleazar como si se tratara de un discurso político o algo por el estilo.
Marcia quedó entre los dos con una mirada perpleja. Con un rápido movimiento acomodó el cuello de su camisa, movió su cabello castaño para darle más volumen y esbozó la sonrisa más grande y seductora, mientras aclaraba su garganta para hacerse notar. Como si necesitara de ayuda para hacerse notar.
— Eleazar, te presento a mi amiga Marcia. Marcia te presento a Eleazar. — dije con todo el protocolo posible, mientras se saludaban de mano.
Note la fricción que hubo entre sus manos al saludarse y el pequeño jugueteo de los dedos de Marcia al pasar por la palma de la mano de Eleazar. La típica señal de una chica para decirle a un hombre que está a su disposición.
— Sarah me dijo que eras guapo pero el adjetivo se queda corto contigo. — dijo Marcia con mucha seguridad mordiéndose la comisura del labio inferior con delicadeza.
Eleazar me miro detenidamente mientras arqueaba una ceja, de nuevo la incomodidad me invadió «trágame tierra». Pasó su mirada de regreso a Marcia mostrándole una pequeña sonrisa en señal de agradecimiento y estaba a punto de hablar cuando la puerta del local se abrió repentinamente.
Un hombre desconocido se detuvo con la puerta medio abierta. Era robusto, moreno, con un enorme rostro y una cicatriz que atravesaba los parados de su ojo derecho.
— ¿Quién es Sarah?—preguntó con una fuerte voz.
En ese momento todo pasó en cámara lenta frente a mis ojos. Marcia me señaló con su dedo índice, el hombre sacó de su abrigo un artefacto parecido a una pistola con una clase de silenciador en la punta y sin decir nada más disparó directamente hacia mí. Eleazar dio un rápido salto, empujándome con gran fuerza como en la película "el guardaespaldas" para caer tendido completamente sobre mí.
— Ahora estamos a mano, maldita. — dijo la voz del hombre seguido de la puerta al cerrarse.
Eleazar se mantenía inmóvil, tanto que parecía un costal de papas sobre una servidora, de estar en otra situación sería algo completamente sensual y no me estaría quejando, pero tenía su enorme cuerpo musculoso aplastándome en gran medida. No me permitía ver nada y por unos momentos me quede completamente ida hasta que sentí como brotaba sangre de uno de los dos y se esparcía como rápidamente como alfombra bajo nosotros.
— ¿Están bien? — preguntó Marcia desconcertada.
No pude contestarle. Empuje a Eleazar hacia un lado lo más cuidadoso posible para no lastimarlo, dejándolo tendido bocarriba sobre el suelo. Sus ojos me miraban completamente desorientados como si hubiera ingerido algún tipo de estupefacientes acompañado de grandes suspiros que salían indefinidamente como si le costara respirar.
— ¡Sarah, en su abdomen! — gritó Marcia sorprendida llevándose las manos completamente a la boca.
Eleazar se agitó bruscamente como si estuviera a punto de sufrir convulsiones, cuando me percate de lo que hablaba Marcia; la bala se había impactado en la parte izquierda de su abdomen dejando salir una gran cantidad de sangre a chorros. El seguía sin pronunciar alguna palabra, la única señal que tenia de que estaba vivo eran sus agonizantes suspiros.
Nunca había tomado una clase de primeros auxilios, así que no sabía qué hacer en ese momento. ¿Qué no somos inmortales? Se supone que las balas ni nos hacen cosquillas.
Desgarre la camisa blanca descubriéndole el lugar de donde emanaba la sangre. Coloque mi mano sobre su herida que estaba hirviendo, entonces empezó a salir pequeño hilos de humo como si su interior estuviera ardiendo. Mire su rostro sin expresión, parecía estar agonizando, cuando empezó a susurrar algunas frases que no podía comprender en su totalidad. Acerque mi odio a su boca para poder comprender mejor lo que decía.
— Plata… la bala…tiene plata… — susurro constándole mucho trabajo hacerlo.
— La bala es de plata, Marcia. Lo está quemando por dentro, sino lo sacó morirá en cuestión de minutos. — dije conmocionada.
Marcia se acercó al escaparate con playeras, tomando varias entre sus manos y las arrojó a mi costado, con la vista en el techo.
— Es para aplicar presión. — me indicó Marcia guardando distancia con unos enormes ojos que parecían salirse de sus orbitas.
Arremangue mi camisa hasta los codos, justo a punto de introducir mis dedos para sacar la bala cuando me percate de que también me quemaría a mí, que idiota. La única que podría hacer sin salir lastimada era Marcia pero no estaba muy segura de que podría hacerlo.
— Marcia, ¡tienes que sacar la bala! — exigí a Marcia que miraba con pánico lo que estaba pasando.
— No puedo, no puedo hacerlo. — Dijo casi tartamudeando dando un paso hacia atrás — Me da miedo la sangre, no puedo hacerlo. — negó con la cabeza llevándose las manos de nuevo a la cara.
— ¡Va a morir, Marcia! ¡Por favor! —
Marcia se arrodillo junto a Eleazar cuidando de no hacerlo sobre el charco de sangre, cerró sus ojos con fuerza mientras ponía una cara de nauseas y digirió su mano derecha toda temblorosa hacia el abdomen del vampiro. Esto se había convertido en una gran ironía pues Marcia era la que soñaba con el Eleazar dentro de ella, no al revés.
— ¡Tú puedes, Marcia! — dije animando a mi amiga.
Una pequeña arcada junto con un agudo suspiro salió de ella en el momento en el que su dedo índice tocó la superficie de la herida y con una rapidez introdujo sus dedos antes de arrepentirse.
Eleazar volvió agitarse con mucho más fuerza que la vez anterior, parecía que estaba a punto de colapsarse. Tome su mano derecha apretándola fuertemente que mis dedos se entremezclaron con los suyos y me percate que me estaba mirando con sus cautivadores ojos castaños que esta vez lucían apagados. Marcia seguía luchando valientemente con su miedo, ella sabía que lo conseguiría, después de todo ella había logrado salir de un vicio que muy pocos consiguen hacerlo y viven para contarlo.
Marcia se debatía por sacar la bala que no estaba muy profunda de entre una ligera espuma corrosiva como el acido y la sangre que cada vez emanaba menos. En cuestión de segundos extrajo la bala dorada y la arrojo al suelo.
— Esto no es nada sexy. — dijo Marcia con algunas lagrimas en sus ojos, se dobló a punto de vomitar emprendiendo una carrera a toda velocidad al baño de la bodega.
La herida se cerró al instante cortando la salida de sangre, dejando el marcado abdomen manchado de sangre. El vampiro tosió levemente recuperando un poco movimiento, saliendo del extraño estado inerte del que estaba. Apretó con más fuerza mi mano en señal de que estaba recuperando su salud, debe ser bastante doloroso soportar una bala de plata en su interior.
— Ve con ella. — musitó con una leve voz que apenas era audible. — ve con ella.
— ¿Estarás bien? — pregunte preocupada, el asintió y volvió a repetir sus palabras.
No quería soltar su mano, pero lo hice. Fui a toda prisa hasta el baño de la bodega, pero al entrar me di cuenta que Marcia no estaba dentro, gire un poco mi vista y la encontré recargada de espaldas en los cartones mientras intentaba recuperar la respiración, además estaba tan pálida que fácilmente podría confundirse con una de nosotros.
— ¿Me convertiré en vampiro? — preguntó con la cabeza agachada.
Me acerque hasta donde estaba y me coloque a su lado optando la misma postura que ella tenía en esos momentos. Pase una mano sobre su espesa cabellera intentando calmarla.
— Siempre le he tenido miedo a la sangre, repulsión mejor dicho. Cuando mire la sangre en mi mano estuve a punto de vomitar, pero había algo en su olor, algo que me animo a probarla. — alzó su cara dejando ver la sangre embarrada en su mentón, como si fuera un niño que se ensucia comiendo un dulce. — ¿Me convertiré en vampiro? — Acercó su mano temblorosa a la mía y la sujete de la misma forma que lo hice con el Eleazar.
— No habrá conversión. — dijo el vampiro entrando a la bodega apoyándose contra la pared. — Mientras no haya bebido de tu sangre previamente, todo queda nulo. — dijo con una mano haciendo presión en su abdomen.
— No pasara nada, Marcia. No te preocupes todo estará bien. — dije mirándola a los ojos tratando de que mi voz sonara lo más convincente posible.
— Gracias por ayudarme. — agradeció Eleazar a Marcia de forma tosca, como si le molestara que lo hubiera hecho. — Ahora estaré en deuda contigo. —
Marcia no contestó nada. Me levante frente a ella y la tome fuertemente de su brazo para que se levantara, en ese mismo instante el vampiro se acerco rápidamente a ella.
— No dejare que le hagas daño. — grite, no quería que pasara lo mismo que Gabriela en el callejón.
— No puedo hacerlo, está en contra de mis principios traicionar a alguien que te ha ayudado. — sonaba muy sincero. — Además, como lo dije antes, estoy en deuda con ella.
Eleazar se acercó al otro extremo de Marcia y la sujetó del otro brazo. Aunque era un hombre fuerte no parecía estar muy recuperado por la presión que ejercía con su mano sobre la herida.
Salimos hasta el estacionamiento donde estaba el automóvil de Marcia estacionado, saque las llaves de la bolsa de su pantalón y abrí la puerta para que se recostara en los asientos traseros. Deje cuidándola a Eleazar mientras regresaba al local, esta vez no habría ritual de cerrado.