El papel que Saudi Arabia quería jugar en Egipto era que se mantuviera la política de paz con Israel, aumentar la influencia respecto a turcos y qataríes, asegurarse un aliado como Egipto, especialmente contra Iran, y postularse como país hegemónico de la región.
Desde que se abrió el proceso electoral egipcio era sabido por todos el apoyo que tanto los islamistas Hermanos Musulmanes como los salafistas al-Nour recibían de Qatar los primeros y de Saudi Arabia los segundos. Una vez quedó la carrera entre Mohamed Morsi y Ahmed Shafiq los saudíes tuvieron sus dudas sobre a quién apoyar; Morsi era la posibilidad del islamismo político y Shafiq el representante de Hosni Mubarak, el derrocado (derrotado) ex-rais egipcio y tan amigo de palacio.
La pretensión saudí, en todos los lugares que presta apoyo, es siempre muy parecida: apoyarán al que ellos consideren que puede ejercer mayor control sobre las libertades y el que mejor pueda apoyar a las oligarquías locales. Efectivamente, Saudi Arabia solo apoya en territorio sunní y contra aquel que atente, de un modo u otro, contra territorio, instalaciones o edificios controlados por chiíes.
Días atrás hablé del jefe la la inteligencia saudí, al Habib como le llaman en Syria y el que hace llegar armas químicas a los rebeldes. El príncipe Bandar, ex embajador saudí en Washington y conocido como "el pro-israelí" en la tierra de los Santos Lugares. Puede que este hombre explique mejor que nadie la política exterior saudí respecto a los países de su región.
Si Saudi Arabia tiene que aliarse contra el primer objetivo a eliminar del Islam lo hace sin ningún miramiento; cuando llegue el momento tratarán de vérselas con Israel pero ahora no toca. Reforzando las relaciones con EE.UU. consideran a Israel un elemento poderosísimo a utilizar contra su verdadero objetivo en este momento: Iran.
Era obvio que desde Riyadh preferían a Shafiq como presidente egipcio pero una vez proclamado Morsi como tal siguieron, con más alegría o con menos, apoyando a Egipto hasta que a principios de febrero de este año y después de una visita de Mahmoud Ahmadinejad a Cairo sellaron las primeras intenciones de normalizar las relaciones bilaterales entre ambos países congeladas de 1979; como muestra de buena voluntad Iran permitiría el acceso a su territorio a cualquier egipcio sin necesidad de visado y a las Pirámides empezaron a llegar los primeros turistas iraníes en décadas con el beneplácito de los Hermanos Musulmanes y del Partido Libertad y Justicia. Me gustaría saber qué cara se les quedaría en los palacios de Riyadh a los saudíes después de tal bravuconada; los representantes de Egipto, de más de 70 millones de sunníes, abrazando a Tehran. Una auténtica traición. Desde ese momento los saudíes cortan cualquier financiación a Egipto dejando solo a Qatar en el cometido y, como alumno aventajado de su hermano mayor, estuvo a punto de conseguir el premio gordo de Egipto: la explotación del Canal de Suez.
Egipto, sin el apoyo del FMI, sin el apoyo del BCE y sin el apoyo saudí, estuvo al borde del colapso hasta que las revueltas populares derrocaron, uniéndose después el ejército a ellas, a Mohamed Morsi. Riyadh estuvo de parte de los manifestantes y de parte de los militares. Gracias a su doble rasero estuvo condenando el terrorismo que los islamistas practicaban en Egipto al mismo tiempo que patrocinaba a sus muchachos en suelo sirio, en la guerra que ellos han montado con un único objetivo: debilitar, arrinconar y aislar a Hizballah en Líbano y a Iran desconectando a Syria. El pro-israelí prícipe Bandar conseguiría que Israel estuviera menos expuesta por la milicia chií libanesa porque no le sería fácil armarse si la guerra consiguiera un cambio de régimen en Syria; cambio de régimen que serían saudíes y, en menor medida, qataríes los que realmente escogerían a sus líderes.
Qué puede pasar a partir de ahora entre Cairo y Riyadh? Como presumiblemente sucederá las relaciones Egipto-USA van a quedar estancadas porque era evidente el apoyo de Obama a los Hermanos Musulmanes y, con la actual administración norteamericana, los egipcios no aceptarían de buen grado un acercamiento de posturas. El probable sentimiento nacional que puede renacer después de haber derrocado en poco más de dos años a los antagónicos Mubarak y Morsi podría llevar a una congelación de relaciones con Israel -en el mejor de los casos- siendo posible tensiones puntuales entre ambos. O mucho cambian las cosas o la cooperación entre egipcios y saudíes va a crecer como la espuma a todos los niveles, anti-iraní incluido, porque para cualquier tensión que Egipto pueda tener con Washington o con Tel Aviv ahí estará el príncipe Bandar.