El impacto de su aroma colmó su esencia
de unas finísimas partículas del pasado
que volvió a presentarse, tan improvistamente,
como suele hacerlo.
Un olor mineral de arroyo cristalino y silencioso,
de muzgo que recubre las rocas,
a pasto fresco y húmedo
de mañanas revolcándose bajo el cálido
mutismo del sol.
Enseguida se reconocieron
urgando en los rincones más ocúltos de sus ojos miel.
Se buscaron con una desesperación,
aparentemente calma, encontrándose desnudos
entre las doradas telarañas del recuerdo.Y ese olor, se transformó en un golpe de abrazo,
y en una impetuosa respiración
inhalando a litros sustancias que exhaltan los sentidos.
Olíendo y tocándose lo que había de cuello desnudo, con las narices.
Y descifrando con las manos el cambio en sus rostros;se encontraron,
y estrenando luna y sensaciones,
se conocieron como no se conocían antes.