Tengo las palabras dormidas;
son vacíos que no me caben en la boca.
La saliva densa de besos nocturnos y borrachos.
Los bolsillos llenos de ruiditos
de insectos y cigarros.
Una intermitente sonrisa del sol acerado
en los bosques muertos del norte.
Si pudiera decir los silencios...
o gritar tus imágenes congeladas,
estáticas en mi memoria defectuosa;
sería mejor poeta de lo que soy.
Es la noche, y es el calor de cerveza embebidos,
o quizás la abstinencia del humo,
como la nostalgia de tu cuerpo de feriado
desnudo y abrazado al mío.
Nada se nos escapa a los colmillos,
ni la Luna, ni el sonido, ni el viento,
todo está alcance de nuestro hambre.
Dulce es la tristeza de no verte
y el riesgo de morir en la asfixiante libertad
que nos condena.
Dulce, y felízmente, será la muerte
que nos venga,
nos vista y nos desvista
ante los boquiabierto poros de la piel.
Ahora, con vos y sin vos presente,
con tu sombra y tu recuerdo,
con tu agitación y mi frío constante,
me revuelco en las letras
que no tengo para confesarme.
Donde estás sin mis diente en tus hombros?
Dónde estoy sin mis pies en la tierra?
Pondré universos y hechicería,
historias de lugares lejanos,
y poesía,
pondré el pecho y las balas,
de ser necesario;
pondré mi vida o mi muerte,
para abrazarte.