Revista Literatura
Segundo pasillo
Publicado el 04 junio 2010 por Onomatopeyistas— ¿Vamos a la sección de yogures?
— Juan.
— ¿Qué?
— Escúchame.
— ¿Qué pasa?
— Creo que lo mejor es que lo dejemos.
— ¿Qué? ¿No te gustan los yogures?
— Dejar lo nuestro.
— ¿Te refieres a ti y a mí?
— Sí.
— ¿Y por qué? ¿Por los yogures? Mira que de verdad puedo cambiar. En el fondo odio los yogures, me encanta la fruta. Sí, me encanta la fruta. La sandía, el melón, las naranjas...
— Juan. Hablo en serio.
— Lo sé.
— Te lo imaginabas, ¿verdad? Esto se veía venir.
— ¿Se veía venir?¿Sí? No sé... Yo... La miopía. No sé.
— Es lo mejor.
— ¿Lo mejor? ¿Por qué?
— No te merezco, Juan.
— ¿Y qué más da si me mereces? Yo te quiero.
— No, Juan. Durante todo este tiempo no he hecho más que darte problemas. Alterar esa persona feliz que tú eras antes de conocerme.
— ¿Pero cómo sabes tú si era feliz antes de conocerte? Si no te conocía.
— Ya me entiendes, Juan. Sé que podrías ser mucho más feliz con otra persona.
— No, tú podrías ser mucho más feliz con otra persona.
— Juan, no lo compliques.
— No complico nada. ¿No me mereces? ¿Pero qué chorrada es esa?
— Tú eres mucho mejor persona que yo, Juan. Lo sabes. Mereces a alguien mejor.
— ¿Y no puedes mejorar para mí?
— Lo mío no se puede cambiar. Está en lo más profundo de mi ser.
— "En lo más profundo de tu ser". ¿Entonces qué tengo que hacer? ¿Sentir lástima por ti?
— No, Juan. Sé que ahora no lo entiendes. Lo entenderás con el tiempo. Te darás cuenta.
— Seguro que me daré cuenta. Pero hasta entonces, haré la compra yo solo.
— Juan... sabes que te quiero. Pero los dos necesitamos cosas diferentes.
— No hables en plural. No decidas por mí. Reconoce que eres tú la que se está apeando del bote.
— No grites.
— No grito. Sólo quiero que reconozcas que eres tú la que se está arriesgando a ser feliz de otra manera. No yo. Y que asumir ese cambio de rumbo me obliga a mí a aceptar las consecuencias. Sólo eso. Sin maquillajes.
— Lo que tú digas. Si quieres convertirme en la culpable, allá tú.
— No eres la culpable. Eres la causa. No eres culpable de buscarte la vida. Todos nos la buscamos. Simplemente quiero que reconozcas que esto es una decisión tuya.
— De acuerdo, lo es.
— Vale.
— Vale.
— Entonces... Adiós, supongo.
— Así, ¿sin más?
— Sí, así, sin más.
— De acuerdo...
— Me voy a por los yogures.
— ¿Te espero fuera?
— Haz lo que quieras.
Imagen: Tomms