Hacía casi un año que no visitaba a mi madre en el pueblo. Y lo primero que vi al entrar en el patio, fue una auténtica selva amazónica... de cardos.
Que las imágenes hablen por sí solas.
Hay cardos grandes:
Más altos que yo. Cardos pequeños:
Y cardos que empiezan a brotar:
Incluso tienen flores:
Rodeadas de espinas...
Pero lo que más me sorprendió, fue que en medio de esta selva de cardos, habían crecido a duras penas otras plantitas.
Como estas con flores moradas.
O estas margaritas:
En grupos numerosos:
Incluso un ramillete de espigas de trigo:
Estuve entretenida sacando fotos mientras fumaba. Observando cómo la naturaleza se abre paso cuando nada se lo impide. Si se la dejara, los cardos entrarían en la casa y colonizarían habitación por habitación. Cuando mi madre ya no esté, tal vez lo hagan.