Revista Literatura

Semana Santa

Publicado el 22 abril 2011 por Gasolinero

Ayer tras ver en la televisión la película «El Abrazo Partido», convine conmigo mismo en cambiar mi mayor deseo, que no es otro que…. , dada mi proverbial volubilidad, por el de ser argentino. Y además judío.

Nombrar a la ropa interior femenina cómo bombacha o corpiño, aguantando los envites de la vida sin perder la compostura. Hablar inundando de palabras cualquier intersticio, cual si del aire se tratase y a la vez ser judío cómo hipérbole de la decadencia que tanto me atrae.

Al poco lo deseché y volví a mi anhelo anterior, a querer…, fundamentalmente por mi volubilidad y  porque la fe mosaica no contempla la celebración de la Semana Santa.

Esta festividad llega con la primavera y antaño precedida de infalibles indicios. El primer signo, mi madre nos cogía a todos y nos llevaba a un almacén grandísimo, en la plaza, a comprarnos ropa nueva, que ella se encargaba de pagar durante el resto del año a tanto la semana. Había que estrenar necesariamente en el Domingo de Ramos si queríamos conservar nuestras manos pegadas a la muñecas.

Otra señal, la más cierta, era cuando comenzaban las faenas para preparar los dulces propios de estas fechas. Frutos de sartén, los llaman algunos. Hojuelas, también nombradas cómo orejas de fraile y tortillas en sartén; flores, torrijas y roscas de fideos, que nunca supe por que las nominaban de esa forma, ya que  parecían estar formadas por garbanzos en vez de por la pasta de la sopa; tal vez tuviese que ver con que ambos ingredientes pertenecían al cocido. Arroz con leche, o con duz, dependiendo de si este se cocía con leche o con agua y natillas.

Los días anteriores y posteriores en la tele o el cine emitían interminables películas religiosas o de romanos en las que los pobres cristianos eran pasto de los leones o sufrían los tormentos más terribles.

El jueves por la mañana era laborable. Invariablemente potaje de garbanzos y bacalao para comer. Por la tarde los oficios y la procesión, Oración del Huerto.

El viernes por la mañana salían niños en el desfile, representaban escenas de la Pasión. Muchos romanos. Hombres con traje y velo sobre las mujeres, todo el mundo en la calle, Viernes Santo por la mañana, la romería y la noche de la pólvora sale todo el mundo. Gentes paseando impúdicamente por el trayecto procesional y a la vista de quienes esperábamos de pie al borde de la acera. No había bares, discotecas, ni periódicos. Por la televisión y en la radio sólo música sacra. Dios ha muerto y estamos de luto.

Por la tarde procesión del Entierro de Cristo. Trajes oscuros, mujeres con mantillas, capas negras; guardias civiles con los fusiles boca abajo escoltando el féretro de Nuestro Señor. Noche de pesadillas: el Mal campa a sus anchas. De madrugada y a la que nunca fui hasta ser mayor, salía la procesión de El Silencio, penitentes con pardo hábito franciscano, cruz a cuestas y arrastrando cadenas.

El domingo, y con él de nuevo la luz, estaba ya cerca.

P. S.

Kirie,  eleisón

Líbranos, Señor, del pasado que cada poco regresa a recordarnos lo que hemos sido y a negarnos descorazonadamente la posibilidad de remisión.

Christe, eleison

Apiádate, oh Jesús, de nosotros tus siervos y líbranos del castigo de ser sujeto de conversación ajena y de que nuestro pellejo sea vendido por varas castellanas.

www.youtube.com/watch?v=j7EtnprvVjg


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