El hotel donde hemos estado es como un pueblo. Tiene sus calles, plazas, callejones...cada uno con su nombre. Podías dar un paseo por dentro del hotel y te parecía que realmente estabas en un pueblo.
Una de las plazas tenía una fuente en el centro, el primer día salía un chorro de agua hacia arriba pero al segundo día de estar allí dejo de echar agua. Mi hijo cuando lo vió vino todo indignado hacia nosotros y nos dijo : "la fuente no tiene agua", "no tiene agua". Estaba realmente indignado y a cada huésped del hotel que pasaba le decía señalándola: "no tiene agua". Nos estuvo dando la matraca con que la fuente no tenia agua como una hora y ya hartos de oírle le dijimos: "no te preocupes, mañana vamos a hablar con el director del hotel y se lo dices para que la arregle".
Pensamos que al día siguiente se le habría olvidado lo de la fuente y lo del director. Pues nada más lejos de la realidad, cuando bajamos a desayunar nos hizo ir a ver si la fuente tenía agua y como seguía sin funcionar nos dijo que "director". Estuvo todo el desayuno con la fuente y el director. Al subir de desayunar y aprovechando que el despacho del director estaba en recepción justo enfrente de los ascensores y siempre con la puerta abierta le dijimos que se acercara al director y se lo dijera, todo esto pensando que no lo iba a hacer. Pues ni corto ni perezoso se acercó a la puerta y le dijo con una gran dosis de indignación: "Director, la fuente no tiene agua". El hombre, por cierto muy amable, se echo a reír con todas sus ganas al ver a un mocoso de 23 meses echarle la bronca porque la fuente no tenía agua y en ese mismo momento y delante de mi hijo llamó al de mantenimiento para que la arreglara. La pena fue que se había estropeado una pieza y hasta el lunes no la traían, así después de todo la fuente siguió sin agua, pero que conste que mi hijo intentó que la fuente tuviera agua.