Las PAS (personas altamente sensibles) asimilan muchísimo, asimilan todos los matices y sutilezas que todos los demás no captan. Pero lo que para muchos es normal, como la música a alto volumen o las aglomeraciones, puede ser excesivamente estimulante y, por lo tanto, estresante para las PAS.La mayoría de las personas ignoran las sirenas, las luces brillantes, los olores extraños, el desorden y el caos. Sin embargo, las PAS se ven alteradas por todo esto.Casi todas las personas pueden sentir los pies doloridos después de un día entero en un centro comercial o en un museo, pero están dispuestas a continuar si se les propone una fiesta nocturna. Las PAS necesitan algo de soledad después de un día así. Se sienten agobiadas, sobreactivadas.Al cruzar la sala, la mayoría de las personas quizá tomen nota del mobiliario, de la gente, de todo lo que hay allí. Las PAS pueden tomar conciencia al instante de si a esas personas les gusta estar allí o no, de su talante, filias y fobias, de lo fresco o viciado del aire, de la personalidad del que dispuso el decorado, etc.Sin embargo, si usted es una PAS, le va a resultar difícil comprender que cuenta con una capacidad notable. ¿Cómo va a comparar usted las experiencias internas? No es nada fácil. Normalmente, usted es consciente de que no es capaz de tolerar lo que pueden tolerar los demás. Pero acaso olvida que usted pertenece a un grupo de personas que ha demostrado en muchas ocasiones gran creatividad, intuición, apasionamiento y esmero, rasgos todos ellos valorados muy positivamente en sociedad.Sin embargo, en el lote hay otras cosas. Nuestra sensibilidad nos lleva a ser cautos y orientados hacia adentro, además de hacernos necesitar algún tiempo más de soledad. Y dado que las personas que no son así (la mayoría) no comprenden esto, se nos ve como tímidos, retraídos, débiles o, el mayor de los pecados, insociables. Temiendo que nos pongan estas etiquetas, intentamos ser como los demás, pero eso nos lleva a una posterior sobreactivación y angustia. Y entonces, eso hace que nos etiqueten como neuróticos o locos, atribución que nos acabamos autoadjudicando.
El don de la sensibilidadElaine Aron (Toronto (Canada), 1950)