Revista Diario

Sentimientos

Publicado el 19 agosto 2010 por Belen
Desde que mi hijo era muy bebé tuve claro que era un niño extremadamente sensible. Todos los bebés necesitan a sus madres, tenerlas cerca, tocarlas, acariciarlas. Pero mi hijo necesitaba un contacto especial. Me miraba con esos ojos de amor infinito, me buscaba.
En el hospital ya una auxiliar de enfermería me lo advirtió. Él no pedía brazos, no era un niño llorón, pero ansiaba contacto y tener a alguien cerca a quien mirar.
Y así hemos seguido, así hemos crecido. Bien es cierto que nosotros, su padre y yo, hemos fomentado toda expresión posible de sentimientos. Y aunque en nuestras casas y con nuestras respectivas familias nunca hemos sido muy expresivos o sentimentales, en nuestra casa y con nuestro hijo somos como un algodón de azúcar, empalagosos a rabiar.
Así que como el peque era un algodón potencial, y los padres lo fomentan, resulta que mi hijo es todo sentimiento. Su faceta emocional se desarrolla a mil por hora y sus comportamientos sorprenden para su edad.
El nacimiento de mi sobrina, la Princesa, ha sido todo un acontecimiento en su vida. En los últimos meses de embarazo se le hablaba mucho de ella, le explicábamos quien era, como iba a ser, le intentamos poner en situación para que no se llevara muchas sorpresas cuando naciera. Y realmente todos esperábamos una pequeña reacción de celos, pelusilla. Al fin y al cabo es, o mejor dicho, era el único niño de la familia, y solo tiene 3 años. Pero nos ha sorprendido a todos por su madurez y por la (me atrevo a decir) pureza de sus sentimientos.
Desde el primer momento que la vio pude verle sonreir, una sonrisa llena de ternura y calidez. Y esa sonrisa es la que continúa mostrando cada vez que la ve. Siempre que vamos a verla, su primera intención es ir a ver a su prima, asomarse a los brazos de Tata, o a su cuna para verla, tocarla y por supuestísimo besarla. Y todo lo hace con una delicadeza extrema, con su tierna sonrisa en el rostro. Puede llegar a mil por hora (como ayer), dando voces, o enfadado, o nervioso, que en cuento la Princesa está delante de él, sabe que debe hablar en susurros. Os aseguro que se comporta mejor delante del bebé que muchos adultos que he visto desfilar por casa de mi hermana.
Pero esto no solo ocurre con su prima. Adora, por ejemplo, a su mejor amigo. Su amigo es un niño de un carácter muy parecido al suyo. A veces la madre del nene y yo decimos que parecen hermanos de lo similares que son. Cada vez que le ve se le ilumina la cara, no porque tenga a alguien para jugar, sino porque le quiere, y así me lo dice : -"Mamá, quiero muchísimo a Amigo".
Amigo es algo mayor que mi peque, y está pasado una fase algo despegada. Tanta inactividad veraniega está pasando factura, e insisto, que los niños pasan por fases. El caso es que el Peque cada vez que ve a Amigo se tira a él para abrazarle, besarle.... y Amigo se siente agobiado. La otra tarde estaba pensativo y me preguntó: -"Mamá, ¿por qué Amigo está ahora siempre enfadado?. Le expliqué que a veces uno se aburre mucho y se enfada con los demás. Pero anda el pobre preocupado.
Con todo esto me he dado cuenta de lo mucho que puede llegar a sufrir mi hijo por cosas normales de niños. Para él mostrar los sentimientos, querer, demostrarlo es lo habitual, lo normal, lo que debe ser. Y creo que le va a tocar aprender que no todo el mundo es así. Y que a veces aunque te quieran no te lo demuestran efusivamente.
Pensaba que con el paso del tiempo, al hacerse mayor todas esas muestras de amor hacia su padre y hacia mi irían pasando, pero no, es al contrario. Nos besa, nos abraza, nos dice que nos quiere, todo eso como unas cuarenta veces al día, prometo no exagerar.
Y realmente me siento orgullosa de él, pero temo que por esa sensibilidad tan exagerada pueda sufrir.

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