Sentimientos
Todos apretujados en aquel enorme congelador. Lo compró cuando ella lo abandonó y desde entonces fue un hombre inexpresivo y frío. Y los tuvo escondidos. Años. Hasta que vio a Irene en el bar donde él desayunaba. Ese día, sacó uno y lo devoró. Al día siguiente esperó sonriente con su café, a que volviera. La saludó y ella también, mostrando el brillo de sus ojos y su sonrosada boca. En casa derramó lágrimas mientras se comía otro. Se siguieron viendo y, al fin, se besaron. Antes de invitarla a su casa se aseguró de que no quedará ninguno. Después, colocó el arcón junto al contenedor.
Torcuato González Toval