En tus ojos azules turquesas aún se aprecia un ápice de amor y ternura bañado en un mar de impotencia. El pequeño leoncillo crinado deja el sufrimiento para sentir paz. Agoniza, y le veo desde la ventana. Él sonríe mientras el color de los adoquines se torna en un granate oscuro que le baña por completo.
Siento paz y descanso. Derramo una lágrima de serenidad que se confunde con las gotas de lluvia que me golpean indiscriminadamente el rostro. Aspiro con fuerza una bocanada de aire. Espiro y cierro los ojos.