Revista Diario

Sentirnos

Publicado el 24 noviembre 2018 por Writera8 @escribiendoelc1

Si os siento y entiendo, si os acepto, no es escampáis como un virus. Con tan solo un toque, “¡ey, te veo!” Ahora estamos así, es una mierda, pero es así. Lo acepto. Estamos juntas ahora, mientras dure.

La vida aparece, ahí, con vosotras. Y yo me vuelvo real a la vez que hiriente, cruda, incómoda pero auténtica. Como se disuelve el maquillaje con la lluvia, mostrando limpia la cara, sin sombras. Aparecemos cuando nos dejamos sentir. Aparecemos de repente, con todo, valientes. Porque esto requiere coraje. Quitarte las varias anestesias y distracciones requiere valor, es un acto casi inconsciente, una “locura”. No culpo a nadie por no hacerlo. No me culpo a mí por los muros tras los que me escondo.

Pero seguiré probando, dando saltitos como si nada, como si no me fuera a comer el lobo al final del camino. Como si la vida fuera fácil. Como si vivir sin más, dejándote sentir, no fuera de locos.

Y de repente, el silencio. Cuando creo dar un salto mortal, la calma inesperada. Algo pequeño. La gigantesca sombra de lobo era tan solo un juego de luces. Y ahí me quedo, pensando si eso es todo, si no viene más. Si mis temores no eran la peor parte. Si el no querer verlo era la pesadilla, y lo que había detrás, nada que no pudiera soportar.

Y ahí me quedo, dispuesta a saltar más, con nuevos miedos que me aterrorizan, y algunos viejos que no me dejan ser, pero que quizás se disipan y se empequeñecen al acercarme a ellos. Como un efecto óptico que me deja confundida y perdida. Y tiembla la existencia. Qué temer entonces, si sabes que el mayor temor es no querer ver, pero inconscientemente saber que está ahí. No lograr engañarte del todo, pero intentarlo sin cesar.

Entonces, el cambio de chip. Dejar de luchar contra esta idea de uno mismo, que no es cierta. Aceptar las sombras. Y soltar aquella brillante luz que nos empeñamos en alcanzar. Y aparece ahí la vida, siempre, como lo único real. Con todos los opuestos que la habitan. Cuando dejas de intentar aferrarte solo a una cara de las cosas, aparece la calma. El gran alivio de no tener que luchar más por mantener lo que no es, lo que no surge natural, lo que la vida no está pidiendo.

Y ahí aparece, con todas sus contradicciones. Cómo aprender, si mi recuerdo se emborrona ante una nueva amenaza. Cómo dejar de temer, si somos animales que necesitan ante todo sobrevivir. Cómo dejar atrás lo que sabes que es un obstáculo, y a la vez fue tu único suelo donde pisar. Cómo contradecir a tu “yo” de tantos años. Cómo se pasa de espectadora a crear, inventar, construir de cero.

Y es la mente y su proceso el obstáculo aquí, que necesita delimitarlo todo y poner un nombre, separar la realidad. Nunca somos una cosa, nunca deberíamos definirnos, ya que hacemos que los cambios sean lentos, dramáticos y confusos. Estamos en constante proceso, quizás un constante proceso de ir sumergiéndonos en la lluvia para que deje lo más puro a la vista, de ir quitando capas para que, al encontrar y atrevernos a ver la más auténtica, por fin poder crear y dar desde lo que somos, sin tantas interferencias. Para ser las directoras, las que idean y crean, y no las actrices que desempeñan el papel que les ha tocado.

…………………

Y como siempre, me parece insuficiente e  injusto dejarnos a cada una de nosotras con la responsabilidad única del proceso y el resultado. Estamos conviviendo y lo que hacemos afecta a los demás, lo que esperamos y exigimos del otro les repercute, y el discurso de que hay que aprender solx y llegar a tener la autoestima suficiente para que no te afecte nada, me parece irreal y cruel. Sí y no. El trabajo es interno, pero esto obvia nuestras vulnerabilidades y que somos animales sociales y nos necesitamos.

Yo, con mi proceso. Y mientras tanto, espero ayudarte en el tuyo, y no dejarte solx, no ponerte trabas, no hacértelo más difícil.


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