Ser es ser percibido

Ser es ser percibido por la pupila ambidiestra de una bruja ladrona llamada desde cría a ser feliz masacrando criaturas infelices de lloro fácil y lágrima siempre en ciernes, como amenazantes augurios.

Debo aclarar, antes de proseguir dialogando con Efedrina la Formidable, mente oblonga donde las haya, que recientemente aparecen en los cristales de mis gafas perfectas manchas diminutas y circulares que nadie sabe quien deposita ahí, si criterios crudos e inexplicables del azar en marcha constante, menudencias atmosféricas que por delante flotaban deslizándose o meras cuestiones etéreas capaces de dejar su huella allí donde deseen sin consultar su proceder, pues así está prescrito, con Entidades superiores o Regímenes eficaces.

¿Cómo volverse imperceptible de ojos para adentro?

Mintiendo, reptando como una arpía detrás de un conejo, dejándose de explicar, volviendo a empezar desde el final la falsa revelación del origen, obviar explicaciones, cómo eres, qué, de cabeza para arriba lid de espiral enfrentada al caos del odio, de cabeza para abajo caída de copos de sangre contra el mapa del futuro, la carne permanece asesinada vaya señora a saber porqué sobre una bandeja de lustrosos huesos de jibia a la vista de carniceros, usureros, bailarinas enjutas, trapecistas enceguecidos por la ira vil del menosprecio, el ansia…

Me quedo sin fuerzas si te miro. Y cuando te pienso en silencio o en alto, no sé ni negarme a mí mismo ni enjuiciarme tranquilo frente al razonable enigma del espejo.

Y la serpiente no es sino una cuerda podrida…