Ser mozo es lo más fácil del mundo

En mis púberes comienzos como bachero le escuché decir a mi querido fallecido maestro, Angelito Analía Medina, que recién después de 30 años de oficio estaba captando de qué venía la cosa con esto de ser camarero. "Pobre tipo, desperdició su vida. Ser mozo es lo más fácil del mundo", pensaba  yo.
20 años después la vida me pone en su lugar y le repito al gran Pez palo casi las mismas palabras de la tuerta Medina.
 Esto es más complejo de lo que pensaba.
Después de un campeonato mundial de camareros ganado, de uno perdido, de 500 cursos de protocolo y ceremonial, de estudiar hasta el hartazgo la llave nelson de cierre de venta; y contando en mi haber 1.000 cumpleaños de quince, 2.000 casamientos, 500 bar mitzvah, 400 famosos bien servidos, 4.000 calles cruzadas como mozo de calle, y de servir más de 1.000.000 de copas, aún sigo volcando en el mantel esa maldita última gota que queda en el cuello de la botella de vino tinto. No hay lito que se le resista.
 
Obsérvese la correcta posición de piernas, símil esgrimista o aikidoka.