Después de mucho tiempo sin haber subido un post, mea culpa, siento regresar con una noticia triste.
Quizás los no futboleros consideren fuera de lugar las muestras de condolencia, las lágrimas y el pesar de equipos, jugadores, aficionados..., pero hay personas diferentes que dejan huella por donde van y marcan a quienes tienen la suerte de conocerlos, como es este caso con la muerte de Manuel Preciado.
A comienzos de este año, en el mes de enero, Manuel Preciado se iba del Sporting entre las lágrimas del Presidente del club y las de los aficionados que le esperaban a la salida. Allí, entre aplausos, aún resuenan en nuestros oídos sus palabras «Lamento si hice algo mal, seré de este equipo toda mi vida. Seré socio del Sporting hasta que me muera». Desde luego, nadie podría imaginar que ese “hasta que me muera” pudiese ser tan cercano.
Los asturianos y Sportinguistas estamos hundidos y consternados tras la muerte de alguien que ha sido todo un referente de bondad, lucha, transparencia y corazón, el mismo que le ha fallado y nos lo ha quitado a todos. Un hombre que achinaba sus ojos -los mismos que reflejaban un enorme corazón y un gran carácter- cuando mostraba su eterna sonrisa. Una persona que supo enfrentarse a todos los golpes que la vida le fue dando en su camino: «Después del dolor hay que levantarse de inmediato y seguir luchando porque la vida son cuatro días», había dicho después de la trágica muerte de su padre.
Manuel Preciado seguirá siendo un asturiano de adopción, un socio eterno del Sporting de Gijón, -club que le debe muchos momentos de alegría e ilusión-, un hombre especial que supo aportar su vitalidad, su optimismo y sus ganas de vivir a todos los que tuvieron la suerte de conocerle.
Mi más sentido pésame a su mujer, su hijo, su madre, su familia y a todos los amigos que fue atesorando, dentro y fuera del fútbol, a lo largo de su camino y que hoy han quedado abatidos, con un vacío que jamás volverán a llenar.
¡Hasta siempre, Manolo!