Los demonios del Whatsapp
Si hace un mes el grupo de compañeras promotoras (en Whatsapp) era el origen indirecto de un berrinche, esa noche ha protagonizado un zas, en toda la boca. ZASCA.
A la hora de la cena, ya preparado todo para el día siguiente de curro, llegan los mensajes de buenas noches y una se acuerda por qué odia los teléfonos inteligentes. No recuerdo cuál era el chiste, pero en un impulso escribí "pues esto sí que es gracioso, venden mi libro en la web del centro comercial donde trabajamos".
Ante mi sorpresa, respondieron la mayoría para darme la enhorabuena, para animarme, y para liarla mucho con el método de descarga, la web, los ebooks y Amazon.
Varias se lo han comprado.
Al día siguiente, en el instante en que iba a darle a publicar el post con otra cosa para vender, justo ahí y no en otro minuto, llamaron de la empresa para decir que esa tarde ya no tenía trabajo. Que la marca ha decidido suspender la promoción en varias ciudades. Que no es por vosotras, el centro ya de por sí tiene las ventas muy bajas.
El mes de julio se me ha adelantado. De nuevo, la literatura es lo único que me queda, pero ya sabemos que eso no da de comer, ¿ah?
To sell is human.
Cuánto vale una persona.