Serenidad forzada
El artista pasaba horas en su barco observando a las ballenas, hasta que un día descubrió a aquella pequeña criatura que tras posteriores estudios supo que era una sirena. Le cautivó su tremenda belleza, pero sobre todo, la paz y serenidad que desprendía. Era lo que estaba buscando desde que entró, años atrás, en su sequía creativa. Aquel ser maravilloso se convirtió en la musa que tanto había tardado en mostrarse. De repente, la casi mujer, por edad y condición, salto asustada al agua desde su pedestal rocoso. Esto provocó la ira del hombre que volvió a su taller con la fijación de no consentir que eso sucediera de nuevo. No descansó durante días hasta que lo tuvo todo preparado, y entonces regreso a su barco con todo lo necesario. Esperó y esperó hasta que la sirena asomó y se posó en la roca. Sonrió el artista mientras le apuntaba con su cañón y sin pensarlo, disparó. El proyectil, al llegar a la altura de la sirena, explotó, soltando toda su carga de bronce fundido. Satisfecho, quedó mirando su obra durante horas y después se fue.
Torcuato González Toval
Este micro también participó en el concurso de enero de Minificciones.com.ar