Revista Literatura

Sermón: ¿Quién es Jesús?… ¿y para qué sirve?

Publicado el 16 septiembre 2012 por Migueldeluis

Nota

Comienzo hoy un experimento. Algunos de vosotros sabéis que he iniciado un proceso para que me ordenen sacerdote en la Iglesia de Inglaterra, Comunión Anglicana. Aunque todavía queda al menos un año para que decidan siquiera si recomiendan que siga por ese camino, o no, he decidido usar mi blog para predicar un poquito los domingos. Vamos a ver como me sale. Pues sin otro particular…

Sermón: ¿Quién es Jesús?… ¿y para qué sirve?

CC –by Chema Concellon

Escritura

Marcos 8:27–38 DHH

27 Después de esto, Jesús y sus discípulos fueron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino, Jesús preguntó a sus discípulos:

—¿Quién dice la gente que soy yo?

28 Ellos contestaron:

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los profetas.

29 —Y ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó.

Pedro le respondió:

—Tú eres el Mesías.

30 Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie.

31 Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre tendría que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. 32 Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo. 33 Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro, diciéndole:

—¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.

34 Luego Jesús llamó a sus discípulos y a la gente, y dijo:

—Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. 35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y por aceptar el evangelio, la salvará. 36 ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? 37 O también, ¿cuánto podrá pagar el hombre por su vida? 38 Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con los santos ángeles.


Reflexión

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, amén

¿Quién dice la gente que soy yo?

¿Qué razón puede estar detrás de esta pregunta? En otras palabras, ¿para qué preguntó Jesús qué opinaba de él la gente? Normalmente nos preocupa mucho la opinión del mundo. Los que tenemos un blog amamos y tememos los comentarios; en el trabajo o en la familia unas palabras a tiempo o a destiempo pueden levantarnos o hundirnos el día. Por otro lado aquellos que gestionan la reputación online defienden intereses concretos que van mucho más allá de la estabilidad emocional de su cliente. Lo que opine la gente de un actor, por ejemplo, puede determinar su éxito comercial. Hay mucho dinero en juego.

Jesús podría estar preguntado para conocer el éxito que había tenido su ministerio hasta entonces. Y si hemos de juzgar por la respuesta de sus discípulos, le quedaba mucho por hacer. Había montado un revuelo hasta hacerse conocido. Después de todos si preguntáis a la gente por mí nadie sabrá quién soy, pero la marca Jesús ya empezaba a ser conocida. Sin embargo la gente estaba confusa; creían que Jesús era más de lo mismo, otro profeta más, como los que habían venido y seguían viniendo.

Pero Jesús no está gestionando su reputación. Tampoco busca reflexionar sobre el éxito o fracaso de su ministerio, sino que está dando una lección sobre qué significa ser su discípulo. Y esto se hace evidente tan pronto como hace la pregunta paralela:

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy?

Pedro responde que Jesús es el Mesías y siendo esta la respuesta correcta, Jesús pasa inmediatamente a la siguiente fase. Al Evangelio de Marcos no está demasiado interesado en esta perícopa en definiciones teológicas. Y Jesús parece que tampoco, entonces ¿qué interesa a Jesús?

… tendrá que sufrir, mucho

Lo primero es corregir a sus discípulos. El ministerio de Jesús va a ser de sufrimiento y eso significa que sí, Jesús es el Mesías, pero el Mesías que esperaban. Jesús no iba a rebelarse contra los romanos, reclutar un ejército, vencer al Imperio, establecer al Reino de Israel como entidad política independiente ni, finalmente, asegurar su hegemonía sobre la Tierra. Pero eso, precisamente, es lo que sus discípulos esperaban y de ahí la reacción airada de Pedro y la reacción más airada aún de Jesús. El Dios que se humilla hasta sufrir es parte central del cristianismo y Jesús quería asegurarse que quedara bien claro.

resucitará

Pero al mismo tiempo, junto al sufrimiento, hay esperanza. Dios no ha venido a sufrir porque el sufrimiento sea bueno en si mismo. Sino que viene a sufrir para algo y este algo se intuye del hecho de la resurrección. Resucitaremos como Él resucitó y el significado de esa resurrección va más allá de una vida eterna. Morimos como pecadores, pero resucitamos como santos.

a los discípulos y a la gente

Por último Jesús llama a sus discípulos y a la gente, a esa misma gente que estaba confusa y a esos discípulos que apenas estaban empezando a comprender, cuáles son las condiciones del discipulado, que se resume en esta cita:Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame.

El mensaje inmediatamente choca con nosotros mismos. Y es que ningún líder, por carismático que fuera, podría pedir algo parecido y esperar ser seguido por seres racionales, salvo que se cumplan dos condiciones:

  1. Que Jesús sea Dios
  2. Que exista algo fundamentalmente malo en nosotros

Es relativamente sencillo aceptar que Jesús sea Santo. Lo de relativamente viene a que basta dar el salto de la fe, a veces por convencimiento personal o sea por imitación o influencia social. Lo que cuesta mucho más es ver que hay algo fundamentalmente perverso en la naturaleza humana. No estoy llegando a decir que toda la naturaleza humana sea horrible, o que todo lo nuestro sea absolutamente malo, pero sí que hay mal en cada uno de nosotros.

Negarse a sí mismo es aceptar el hecho de que no somos naturalmente santos, sino pecadores. Que desde nuestro bien al bien de Dios nos queda un infinito por delante.

Cargar con la cruz es soportar esas debilidades y es entonces, cuando nos hemos humillados a nosotros míos y por tanto al mal que está en nosotros, que estamos preparados para seguir a Jesús, al sufrimiento sí, pero sobre todo a la resurrección, pasando del pecado a la santidad, y de la muerte a la vida

Amén


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