Seth Godin, el famoso gurú del marketing en Internet, como unos cuantos best-sellers a sus espaldas, anunció ayer en su blog que va a dejar de publicar en formato tradicional. Sus razones son principalmente dos:
Él y sus colaboradores han aprendido lo necesario de la industria como para lanzarse solos. La industria editorial tradicional se ha mostrado incapaz de adaptarse a los tiempos. ¿Y a nosotros qué nos importa?
Si te digo que Tim Fenriss, el de “La semana laboral de 4 horas” se ha desmelenado con un artículo de 2.600 palabras, más un video, sobre este asunto ¿te dice algo?
Para mí, es una buena noticia. Significa que mi apuesta por publicar mi juego de rol como pdf es acertada. Significa también que mi compra del nuevo Kindle — directamente de Amazon y mejor y más barato de lo que puedo conseguir por las tiendas –. El futuro del libro digital parece asegurado y los lectores deberemos adaptarnos.
¿Y los escritores?
Tim Fenriss en su blog menciona que la mayor dificultad de un escritor al auto-publicarse va a ser establecer su reputación. Pero a ésto hay que añadirle varios problemas:
No todos los escritores tienen vocación empresarial. Sin ella es imposible que un libro auto-publicado pueda triunfar. El escritor que quiera contentarse con escribir un gran libro y dejar que el mercado lo descubra, es un buen artesano, quizás un gran artista, pero no tiene ninguna posibilidad de triunfar, más allá de ciertos círculos.
Escribir un libro es algo más que producir texto. Como, me ha reafirmado mi proyecto de juego de rol, hacen falta también tener un control de calidad externo, aprender a maquetar el texto y crear una buena portada. Y esto sin contar otras formas nuevas como llevar un blog o crear un vídeo de “trailer” para subirlo en youtube –uno bueno, se entiende. Si bien todas estas habilidad pueden aprenderse no es posible ser especialista en todas.
No todos los autores, y aún pasaran años, entienden las implicaciones que tiene la red de redes en su trabajo.
La auto-publicación tiene mal prestigio por una razón, y es que es muy fácil caer en la ingenuidad de que nuestro trabajo es bueno, porque nos parezca así. Si añadimos a eso que el coste de poner un libro electrónico es casi cero, las tentaciones para largar basura a la calle –y hundir nuestro prestigio– son muy grandes. Seguro que las empresas de distribución de e-books harán lo posible para premiar la calidad, pero ésto les llevará tiempo.
En todo esto pueden intervenir las editioriales tradicionales. En la medida en que no lo hagan, otros, ¿quizás tu? podrán irrumpir en el mercado prestando estos servicios que el autor necesita.