Sexo suicida

Publicado el 28 septiembre 2011 por Romanas


Nunca me imaginé que Malditos Bastardos tuviera también capacidades proféticas, pero he de admitir que las tiene, el otro día dijo por aquí, después de hacer una larguísima lista de todos los que me han abandonado, que ya sólo quedaba Fernando Mora y que su curiosidad se cifraba en cuanto tiempo me duraría éste. Querido MB, bingo. Fernando Mora ya se ha ido, como hace tan poco hizo bem, sólo que aquél lo ha hecho silenciosamente, sin decirlo, sin despedirse, quizá porque él fue siempre hombre de pocas palabras. Todos estos días, me he pasado por el blog "beminvitados" con la vana  esperanza de comprobar que mi antiguo compañero de fatigas me había levantado el castigo y había vuelto a incluir este blog mío entre los que a él le interesan y, ya que andaba por allí, lanzaba un vistazo y comprobaba que Fernando Mora no ha dejado de comentar en aquel sitio casi un sólo día, lo que antes hacía precisamente conmigo, cuando seguramente por compasión, venía por aquí y hacía un comentario de 6 u 8 palabras para darme ánimos porque probablemente le apenaba mi absoluta soledad.  Lo hacía, sobre todo, los fines de semana, cuando seguramente tenía más tiempo y este fin de semana no ha aparecido por aquí y, en cambio, sí lo ha hecho por "beminvitados". Esto es en lo que he estado pensando ahora, al despertarme, y me ha llevado de la mano a recordar a Foucault, contraviniendo la severísima orden de Jean Baudrillard de “Olvidar a Foucault”, porque F. Mora, un día, ay, ya muy lejano, se mostró interesado por el que, tal vez, sea el filósofo más importante del siglo XX. Y una vez pensando en Foucault, me he puesto a darle vueltas a su prematura muerte, lo que fue, a no dudarlo, una gran desgracia para todos. Foucault murió de sida porque no sólo era homosexual sino además, a lo que parece, muy promiscuo. Y la pregunta que me he hecho es: ¿cómo un hombre tan inteligente, era casi inteligencia pura, cometió el error fatal de la promiscuidad sexual? Y, así, casi sin darme cuenta, me he hallado pensando en el sexo. Y he recordado mi concepto de siempre, el sexo es un extraño instinto en el que se mezclan a partes iguales impulsos vitales y asesinos que acaban siendo, como en el caso de Foucault, suicidas, porque lo de este filósofo y su muerte a mí se me antoja un auténtico suicidio. Pero, volvamos a sexo, tema ciertamente interesante. Todo el que ha experimentado esta pulsión sabe que, en el momento culminante, en el orgasmo, se experimenta el deseo exacerbado de la mayor posesión y éste es el de causar la muerte. Así, de este modo tan contradictorio, el acto por el que normalmente se engendra la vida está signado por el deseo de matar. Y, en muchos casos, como en el de Foucault, se convierte en un auténtico impulso suicida porque indudablemente a él, lo condujo a la muerte. Y es que por muy genial que sea el cerebro del hombre, por muchas circunvalaciones cerebrales que tenga, por mucha que sea la calidad de su materia gris, por muchos billones de billones de neuronas que albergue, sólo es un pobre y puñetero animal al que acaban dominando sus más poderosos instintos, de tal modo que un asesino potencial termina convirtiéndose en un triste suicida, como acabó sucediéndole a uno de los hombres más inteligentes del mundo.

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