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Shakespeare y los thrillers.

Publicado el 14 julio 2013 por Escrilia @escrilia

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consejos, escritura, literatura, Shakespeare, thrillers, william shakespeare

Las obras de William ShakespeareShakespeare y los thrillers contemporáneos pueden tener muchos puntos en común. Conspiraciones, asesinatos, política, amor, sexo, fantasmas, piratas. Después de todo, lo que hoy se considera ‘refinado’ y ‘literario’ fue considerada prosa rústica y delirada por sus contemporáneos. Es un hecho, Shakespeare no era selecto ni elitista, escribía para las masas de su tiempo.

Aquí hay unas lecciones que el bardo de Avon nos puede enseñar sobre escribir historias actuales:

1- Los buenos escritores toman prestado… los mejores roban.
Muchas de las historias de Shakespeare están originadas en algún otro material. Esto es parte de la naturaleza del escritor: hay que aceptar que existen un número limitado de historias originales. Entonces los grandes escritores roban la semilla, aunque luego el resultado sea único y propio. Shakespeare ha escrito sus obras de forma personal, con su única e inimitable manera de desarrollar las historias de siempre.

2- Recuerden: Shakespeare nunca viajó a Italia.
Hay una pregunta inevitable sobre las obras de Shakespeare, dejando de lado la polémica sobre la autoría: ¿Cómo el hijo de un fabricante de guantes pudo evocar escenarios, ambientes y tiempos que nunca pudo experimentar? Leyendo. Leyendo mucho, de forma copiosa y diligente. Pero aquí es preciso puntualizar que los escritores nunca deben dejar que la investigación prevalezca sobre sus historias. Shakespeare nos da todo lo necesario para contar historias, y eso es todo.

3- Lanzarse de lleno.
Shakespeare nunca perdió el tiempo para mantener las cosas en movimiento. Nuestros libros deberían hacer lo mismo.

4- La historia es el personaje.
En el mundo del bardo, la utilería y el vestuario se mantienen al mínimo. Las obras pueden representarse en un escenario desnudo. Se trata de la interacción entre personajes y cómo los personajes hablan. Asimismo, desde la perspectiva del argumento, un thriller no debería basarse en explosiones y persecuciones de coches, sólo en los personajes.

5- Entre en la escena lo más tarde posible y salga lo antes posible.
Estoy seguro de que usted ha leído esto antes. Incluso lo ha escuchado en una clase. Pero, ¿qué significa? Usted no tiene que explicarlo todo. Esta sobreexplicación es un error común en los escritores principiantes. Dos personas no se sientan en un café hablando de por qué están allí. No. Sólo empiezan la conversación. Shakespeare manejaba los tiempos de las escenas (y sobre todo éste recurso) de forma magistral.

6- Todas las escenas deben tener conflicto interno y externo.
No es suficiente que la puerta esté cerrada con llave. El personaje que tiene que pasar ha de tener una razón para no querer abrirla.

7- Marcar el ritmo no significa vértigo.
No tenga miedo de frenar algo para recuperar el foco entre acciones y eventos. En conferencias y clases sobre escritura de thrillers la gente habla de la necesidad de que las historias se desarrollen rápido. Lo que diferencia a Shakespeare es que permite a sus personajes registrar los acontecimientos que les sucedieron, para que se asienten las consecuencias emocionales y espirituales.

8- Cosas malas le pasan a la gente buena. Los lectores esperan justicia poética.
Shakespeare mantenía una nube amenazante sobre sus personajes como una estrategia para lograr que los lectores no se sientan demasiado cómodos, creando un particular tipo de suspenso, cierto grado de tensión. Al final, se recibe lo que se merece.

9- El diálogo lo dice todo.
Se tiende a pensar en Shakespeare como un gran filósofo, una fuente constante de sabiduría, pero no es el caso. Todo lo escrito por Shakespeare es diálogo. Viene del personaje de forma natural.  En realidad no sabemos qué pensaba Shakespeare sobre nada y eso mismo es lo que lo hace tan bueno.

10- Shakespeare era todo producción.
¿Quiere escribir como Shakespeare? Escriba montones y montones de cosas. En promedio, Shakespeare publicó esas grandes obras de la literatura a una velocidad de casi dos obras al año durante ¡dos décadas!


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