El famoso “beber para olvidar” puede haber pasado a la historia. Aunque es cierto que una buena cogorza suele implicar que al día siguiente uno no recuerde todo lo que ha hecho, las cosas malas (precisamente esas que queremos borrar de la memoria) podrían afianzarse en nuestro cerebro de una manera más férrea que si no bebiéramos.Es lo que se desprende de un estudio publicado en la revista Translational Psychiatry, llevado a cabo por investigadores de la Universidad John Hopkins, de Baltimore (EE UU). Dividieron a ratones de laboratorio en dos grupos: uno bebió agua durante dos horas y al otro le dieron grandes cantidades de alcohol en el mismo intervalo de tiempo. Posteriormente, a ambos grupos les hicieron escuchar un sonido concreto que iba seguido de una descarga eléctrica. Al día siguiente, los roedores escucharon el mismo sonido, solo que esta vez no estuvo seguido de la descarga. Los resultados mostraron que los ratones a los que habían emborrachado tenían más miedo (recordaban mejor la descarga) que aquellos que habían bebido agua.La conclusión del trabajo es que el alcohol perpetúa la sensación de miedo: la extinción de este recuerdo requiere de receptores del neuotransmisor glutamato (una sustancia que está relacionada con la memoria), y cuando los compuestos del alcohol se unen a estos receptores, estos interfieren en las sinapsis (comunicación neuronal), provocando que los animales que han bebido alcohol "no se acostumbren al estímulo y no olviden su mala experiencia previa", explica el neurólogo Pablo Irima, vocal de la Sociedad Española de Neurología.Dicho neurotransmisor (implicado en la extinción del recuerdo) y la bebida no se llevan bien. “El glutamato produce rechazo al alcohol. Se suele utilizar en clínica para que los pacientes dejen de beber”, dice el psiquiatra y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Julio Bobes.
Revista Diario
Si bebe para olvidar, pierde el tiempo: el alcohol refuerza los malos recuerdos
Publicado el 09 febrero 2017 por Carmen Calabuig López @revoltosa1952
ELENA GÓMEZ8 FEB 2017 - 09:34 CET
El famoso “beber para olvidar” puede haber pasado a la historia. Aunque es cierto que una buena cogorza suele implicar que al día siguiente uno no recuerde todo lo que ha hecho, las cosas malas (precisamente esas que queremos borrar de la memoria) podrían afianzarse en nuestro cerebro de una manera más férrea que si no bebiéramos.Es lo que se desprende de un estudio publicado en la revista Translational Psychiatry, llevado a cabo por investigadores de la Universidad John Hopkins, de Baltimore (EE UU). Dividieron a ratones de laboratorio en dos grupos: uno bebió agua durante dos horas y al otro le dieron grandes cantidades de alcohol en el mismo intervalo de tiempo. Posteriormente, a ambos grupos les hicieron escuchar un sonido concreto que iba seguido de una descarga eléctrica. Al día siguiente, los roedores escucharon el mismo sonido, solo que esta vez no estuvo seguido de la descarga. Los resultados mostraron que los ratones a los que habían emborrachado tenían más miedo (recordaban mejor la descarga) que aquellos que habían bebido agua.La conclusión del trabajo es que el alcohol perpetúa la sensación de miedo: la extinción de este recuerdo requiere de receptores del neuotransmisor glutamato (una sustancia que está relacionada con la memoria), y cuando los compuestos del alcohol se unen a estos receptores, estos interfieren en las sinapsis (comunicación neuronal), provocando que los animales que han bebido alcohol "no se acostumbren al estímulo y no olviden su mala experiencia previa", explica el neurólogo Pablo Irima, vocal de la Sociedad Española de Neurología.Dicho neurotransmisor (implicado en la extinción del recuerdo) y la bebida no se llevan bien. “El glutamato produce rechazo al alcohol. Se suele utilizar en clínica para que los pacientes dejen de beber”, dice el psiquiatra y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Julio Bobes.
El famoso “beber para olvidar” puede haber pasado a la historia. Aunque es cierto que una buena cogorza suele implicar que al día siguiente uno no recuerde todo lo que ha hecho, las cosas malas (precisamente esas que queremos borrar de la memoria) podrían afianzarse en nuestro cerebro de una manera más férrea que si no bebiéramos.Es lo que se desprende de un estudio publicado en la revista Translational Psychiatry, llevado a cabo por investigadores de la Universidad John Hopkins, de Baltimore (EE UU). Dividieron a ratones de laboratorio en dos grupos: uno bebió agua durante dos horas y al otro le dieron grandes cantidades de alcohol en el mismo intervalo de tiempo. Posteriormente, a ambos grupos les hicieron escuchar un sonido concreto que iba seguido de una descarga eléctrica. Al día siguiente, los roedores escucharon el mismo sonido, solo que esta vez no estuvo seguido de la descarga. Los resultados mostraron que los ratones a los que habían emborrachado tenían más miedo (recordaban mejor la descarga) que aquellos que habían bebido agua.La conclusión del trabajo es que el alcohol perpetúa la sensación de miedo: la extinción de este recuerdo requiere de receptores del neuotransmisor glutamato (una sustancia que está relacionada con la memoria), y cuando los compuestos del alcohol se unen a estos receptores, estos interfieren en las sinapsis (comunicación neuronal), provocando que los animales que han bebido alcohol "no se acostumbren al estímulo y no olviden su mala experiencia previa", explica el neurólogo Pablo Irima, vocal de la Sociedad Española de Neurología.Dicho neurotransmisor (implicado en la extinción del recuerdo) y la bebida no se llevan bien. “El glutamato produce rechazo al alcohol. Se suele utilizar en clínica para que los pacientes dejen de beber”, dice el psiquiatra y presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Julio Bobes.