La lamenteibol decisión de la SCN nos deja tristes, en tanto la chacota generalizada quiere creer que viviremos mejor, cuando el legislativo se decida a legalizar el consumo (por ahora, el fallo de la Tremenda Corte favorece a cuatro alegres compadres que se ampararon aduciendo su derecho al consumo de mariguana, que se espera sea responsable -me pregunto si estos importantes abogados constitucionalistas van detrás del uso lúdico de esa droga o del negocio redondo que será tramitar la lluvia de amparos). El pánico moral viene, no sólo porque somos un pueblo conservador, pues nos escandaliza e indigna que una pareja de homosexuales pueda adoptar y un hombre o una mujer solteros no, sino porque en Latinoamérica y en particular en México todo se tuerce, en especial las buenas intenciones: si en Europa baja el consumo, aquí la legalización parece difícil que termine con el baño de sangre, pues el poder de fuego de los carteles ya derriba helicópteros de la Fuerza Aérea: nadie habla del tráfico ilegal de armas, practicado hasta por la DEA en sus fallidas pesquisas ( Operación Rápido y Furioso). En todo caso, de nada sirve tener leyes maravillosas si no se acatan ni se hacen cumplir: desde hace décadas, si quieres fumarte un porro ve con la policía o el ejército, ellos la venden. Por lo demás, está visto el fracaso moral de la Guerra contra las drogas, iniciada en la era Nixon. Mientras tanto, se copian costumbres exóticas, pero se bebe alcohol y se fuman cigarros con verdadera temeridad. Yo mismo he visto en el Oxxo cómo grupitos de jóvenes y jovencitas se las arreglan para conseguir que una persona mayor de edad se preste para comprar alcohol y cigarros. Esto no es Suiza -en Bruselas legislan hasta el tamaño de los tomates- pero algún día lo será. Porque ya no es posible vivir en México así como vamos.