Yo ya lo conocía, lo había atendido dos veces antes. Con ese nombre no podía olvidarlo. La primera vez tendría 11-12 años. Un martes de mayo cualquiera a las 11de la mañana se cayó de la bici y se rompió el radio (del brazo, no de la bici). El escándalo que montó su madre y su séquito fue por lo que supuestamente habíamos tardado. Al parecer nadie se preguntaba que hacía ese niño a esas horas fuera del colegio. Los uniformados presentes “darían parte” según me dijeron. Yo hice lo propio.
La segunda era un martes de carnaval a las 8 de la mañana, 15 años tendría. Estaba con dos “panteras rosas” con las que probablemente se prometía un “happy end” ahora convertido en ataque de pánico, perdida de conocimiento y taquicardia a 220 latidos por minuto.–“Será de las pirulas”- decía una de las panteras.
Ayer lo atendí por tercera vez. Ahora tiene 17 años. Después de pasar los tres controles y puertas enrejadas del lugar donde vive ahora, lo encontré en una habitación videovigilada donde había tres enormes guardias de seguridad y una frágil educadora con una bata blanca que nos hablaba: - “Ayer estuvieron también aquí sus compañeros porque lo intentó con orfidales y hoy, de esta forma”- , “Menos mal que lo hemos visto por la cámara”. La doctora Redhead, que ese día me acompañaba, me enseñó el nombre que figuraba en su tarjeta sanitaria, extrañada. -“Si, ese es su nombre, tal como está escrito”- Asentí
En el traslado al hospital conseguimos que hablara: - “Mi madre ya no viene a verme”-
Volvíamos silenciosos, serios y pensativos. La doctora Redhead, que ese día me acompañaba, me lo dijo:
-“Si tu madre te pone de nombre Maikelyordan, te condena a la marginalidad”
En la oscuridad de la ambulancia el reflejo del gálibo hacía brillar el pequeño brillante, que a modo de piercing, lleva la doctora Redhead en un ala de la nariz. Reímos Dedicado a Mamen ( la doctora Redhead) , que ese día me acompañaba. La frase es suya