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Si yo fuera tú, me enamoraría de mí

Publicado el 25 julio 2012 por Jordi_diez @iamxa
Si yo fuera tú, me enamoraría de míHola,
No sé cómo les afectan las malas críticas a los demás, pero yo reconozco que siempre me habían sentado bastante mal. He necesitado casi toda mi vida para aceptar una crítica con un cierto sentido de la deportividad, y hasta hace apenas unos años cualquier comentario en contra de mi trabajo, más incluso que en contra de mi persona, me dolía hasta en el apetito.
Pero la vida, si algo da, son lecciones y la mayoría versan sobre  humildad. Sólo el imbécil se cree que por llevar los calzoncillos por fuera es Supermán (con la excepción evidente de Clark Kent).
Decía que las malas críticas son el hueso difícil de roer, el picante agrio de un plato que se repite una y otra vez en el estómago hasta que sale por el ojo que nunca ve el sol, y aún así sigue doliendo. Como el badajo de una campana de bronce que golpea las paredes internas de la conciencia, la rabia, la impotencia, la virilidad, la autocomplacencia, el ego, y la falsa autoestima hasta que pega con la pared acolchada, como de un manicomio, de la aceptación, la humildad y la voluntad, las únicas herramientas capaces de ayudar a digerir el desagradable picante con el que nos han rociado el plato, sin que lo pidiéramos así al ordenar el menú.
Quizá muchos penséis que esto lo digo por las críticas malas, ¡las buenas son mousse de chocolate en el paladar exquisito!, de mis novelas, pero os aseguro que no es así. En esa parte pública de mi vida, en la que todo lo que hago es para darlo a conocer a otras personas, por íntimas que sean las letras, no me siento afectado. Por fortuna he de reconocer que son pocas las malas, una de ellas claramente manipulada, así como también hay comentarios favorables de amigos que quizá ni hayan leído mis novelas. Esas críticas no me duelen, me animan y siempre pienso que tienen algo de razón. Sí que afectan en la opinión que se pueden hacer otros lectores que se están acercando a la novela de turno y ven malas críticas, incluso en muchos de los casos hacen que estos posibles lectores sólo queden en eso sin llegar a colaborar con la fundación para la ayuda de los familiares y del propio interesado Jordi Díez.
Decía que estas críticas las llevo bien, quizá también porque me han llegado en un momento de mayor madurez, o de mayor vapuleamiento vital, lejano de aquella adolescencia violenta en la que rompí varias raquetas de tenis de mi padre porque no soportaba que me dijeran que era mal jugador, ¡yo, que lo hacía todo perfecto y que la adulación (propia) me había llevado a ser un ser supremo (imbécil)!
Las que de verdad me duelen son las que se hacen desde la inquina y cuyo único objetivo es hacer daño, ya sean personales, laborales o profesionales. En mi vida laboral tengo el gran honor de dirigir un grupo humano cuya labor es la atención al público y que se esfuerza al máximo por hacerlo bien, doy fe de ello, pero que incluso en el mejor de los desempeños podemos tener un mal día o tomar una mala decisión. Todo el mundo comprende que estas malas decisiones se pagan, normalmente con dinero, y que no hay mala fe detrás, tanto el afectado como el afectador. Sin embargo, y por desgracia, no siempre es así y hay quien descarga toda la frustración personal de forma violenta por haberse sentido ofendido en orgullos irracionales. 
Hablamos siempre de situaciones banales o poco transcendentes. Situaciones como intentar agredir a un chófer porque un autobús se ha retrasado quince minutos, o a un guía turístico porque en un momento dado el cielo se nubló y cayó un chaparrón. Niños malcriados de más de treinta años que desean toda la atención inmediata y exclusiva, y que si no la consiguen son capaces de despotricar vilmente en tantos foros como les permita su conexión a Internet, creando mundos paralelos de mentiras con el único objetivo de la venganza mal entendida.
¿Por qué existe esto? ¿Por qué hay personas que descargan su frustración en los demás sin aceptar jamás el error más que como un ataque personal? ¿En qué parte del cerebro humano anida el odio al otro para desearle el mal simplemente porque nos hemos sentido ofendidos, desatendidos, o envidiosos? Los foros van llenos de estas situaciones, hablen de fútbol o del Bosón de Higgs.
Hace unos meses rellené un cuestionario-entrevista para una revista que preparaba un artículo sobre la llamada Generación Kindle. En el cuestionario había una pregunta que me llamó mucho la atención y que reproduzco: "Existen las críticas malintencionadas? Hay compañeros/rivales que puntúan de forma negativa al autor que compite con ellos como líder de ventas? Te consta algún caso?". Me quedé estupefacto con el enunciado e incluso hube de leerlo un par de veces, y contesté un rotundo “no, por supuesto”. Después lo borré y con más calma contesté “Quisiera pensar que no, pero igual sí que existen”.
Quizá deberíamos tener presente, antes de hacer una crítica desde la inquina, las palabras de la Madre Teresa: “da siempre lo mejor de ti, y lo mejor vendrá...“; pero con toda humildad me atrevo a completar una sentencia tan sabia con mi torpe aportación “da lo peor de ti, y lo malo también vendrá…”

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