Intento escribir este post a una hora quizá impropia. Con demasiado café y cansancio en el cuerpo, pero impulsada por el ansia viva que me produce desafiar la lentitud extrema de mi conexión a internet un Sábado por la noche.Vivo en una isla. Concretamente en una zona, donde la fibra óptica no sabe ni que existimos. Tengo una tarifa que no supera los 2.5 megas en los días muy muy buenos y hoy no es uno de esos. A esta hora, da la sensación de que todo el mundo está conectado, viendo pelis, bajándose ¡qué se yo!, ¿es que no tienen vida social? (le dijo la sartén al cazo).
¿Será éste un post raro? No sé, juzga tú, me encuentro con ganas de contar cosas, bastante relacionadas con viajar, de ahí el título.
El verano llegó a su fin, pero no la gente que viaja. Siempre he considerado un cierto desacierto salir de vacaciones en Agosto, con tanta gente que se ha puesto de acuerdo para elegir ese mes, es normal que sufran en masa el llamado síndrome postvacacional. Pero de algo hay que hablar a la vuelta, ¿no?
Hay muchísima gente que puede elegir expresamente alejarse del bullicio de Agosto, para salir de vacaciones en Septiembre, Octubre... menos masificación, precios más interesantes y otra luz, también muy digna de disfrute.
Sin ir más lejos, mi madre, ese 99% de mi todo, esa niña que a mis ojos debo cuidar y que quiero y adoro infinitamente más que a mi vida, hoy, después de muchos años meditando si unirse a los viajes que el ayuntamiento organiza, junto con otras mujeres; hoy, sí, hoy, hace sólo unas horas, ha salido rumbo al país vecino. Un avión y muchas horas de autobús la esperan antes de caer rendida en la cama de un hotel extranjero.
Ha comenzado su aventura con la emoción de una colegiala y yo la he asistido para que no le faltara de nada, para que no se preocupara por lo superfluo y se centrara en ella misma, dejando atrás por unos días preocupaciones, rutina y obligaciones. Con la vista puesta en su reto personal, que mucho trabajo y tiempo le ha costado enfrentar.
Junto a ella viajaban muchas otras mujeres, contentas de dejar atrás maridos, hijos, problemas... mi madre no lo sabe aún, pero volverá fascinada por las cosas bonitas que hay ahí fuera, con ganas de más, con la capacidad de relativizar lo que a diario hace que desaparezca la sonrisa y con mil historias que contar. Y volverá con una mirada diferente, lo sé. Ella, aún no.
Hace más de un mes que ha ido apartando cosas en una habitación, para meterlas en la maleta para un viaje de 7 días e incontables, las veces que prefirió no haber pagado el dichoso viaje.
Le dije: llévate un bocadillo o unas galletas envueltos en papel de aluminio (platina), eso sí te lo dejarán pasar en los controles del aeropuerto. Y me contesta la buena mujer: ¡No, no! ¡pensarán que llevo droga! 0_o 0_o
Espero que aprenda todas esas cosas que no se pueden describir, ni contar y que sólo se asimilan cuando sales de viaje y sólo entienden aquellos que te acompañaron. Aprender con los ojos, disfrutar respirando aire fuera de tu zona de confort, sentirte importante, disfrutar de esa emoción del momento único e irrepetible, vivir tiempo de calidad...
Por otro lado está Willy Fog, lleva semanas intentando decidir su futuro laboral. Ofertas no le faltan, pero muchas de ellas lo llevarán muy lejos de mí otra vez. Está, pero está ausente, con los ojos puestos en una pantalla y la cabeza haciendo mil hojas de ruta... Yo vuelvo a confiar en el destino, el tiempo, la causalidad y la casualidad, los dioses, los santos y todo aquello que parece que es lo que mueve el cotarro y que tanto y bueno me ha dado. Después de mucho luchar contra todos estos elementos, me rindo a las fuerzas del Universo, con paz, con sosiego, como algo de aquello que dijo John Lennon...Y hoy fui a la pelu. Ya tocaba esconder las señales de que el tiempo pasa. Tocaba una puesta a punto y tocaba también hablar de viajes. Me encontré allí un antiguo compañero de colegio, ¡qué recuerdos! Salía rumbo a Centroamérica para unos 12 días esta misma noche. Le esperaban 24 horas de vigilia, entre aviones, esperas, transbordos... También desprendía esa emoción palpable, esos nervios alegres, ilusión por lo desconocido y lejano, con ganas de dejarse atrapar por unas merecidas vacaciones... ¡qué envidia!
Algo me dice que la experiencia acumulada durante los viajes, será una de las pocas cosas que nos podremos llevar cuando esta vida haya tocado a su fin.
La pacífica certeza de una vida vivida hará que nos vayamos en paz, con la sensación del mejor de los servicios prestados: el servicio a nosotros mismos.
Y yo, la verdad, soy de esas personas que disfruta lo indecible sólo estando en un aeropuerto. Observando todo lo que se mueve. Analizando looks, preguntándome cosas como: ¿en qué desafortunado momento decidió que sería una buena idea viajar con esos zapatos-zanco?, intentado adivinar qué lleva la gente en algunos bultos realmente rocambolescos, adónde irán, de dónde vienen, qué leerán...
En días como hoy, ganas no me faltan de cogerme una maleta, irme al aeropuerto y comprar un billete a cualquier destino... quizás así, consiga desvelar algo del mío propio... pero como no es factible a estas horas, voy a viajar, pero al país de mis sueños, que no es el de nunca jamás, es el de ahora en adelante...
Y tú, ¿adónde quieres viajar?
Siempre con love, hoy ebria de café y cansancio,
Brujuleia ;-)))) Imágenes: Pinterest
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