Hoy recibí una carta, hacia demasiado tiempo que un “cartero” no llegaba, mucho menos un sobre, pero como todo en mi vida, extraño, este no traía remitente, solo mi nombre y dirección en el frente y sobre la esquina superior derecha tres hermosas estampillas,
que rememoran una épica batalla de nuestro país. La intriga me inunda y de mi bolsillo saco la cortaplumas para realizar un corte vertical sobre el extremo del blanco papel.
Ya entre mis manos la nota, con fecha 17 de noviembre, día que recuerdo por haber sido proclamado Diocleciano emperador romano por sus soldados en el año -284, es que me gusta la historia antigua. Letra prolija, previo a la fecha no había lugar alguno contrario a las costumbres de escritura.
“Querido Falucho
Escribo estas líneas desde la lejanía, desde la obscura sombra donde la única lumbre es la luna, que no tiene luz propia pero brilla hermosamente.
Recuerdo nuestro fugaz encuentro, lo que supongo develara mi identidad, y extraño tenerte…”
Siempre tuya.”
Estas pocas líneas bastaron para que la nostalgia me invadiera, recordé su mano rozando mi mano y la otra acariciando mi nuca. Sus suaves labios mordiendo mi oreja y el susurro áspero en el oído que erizo mi piel. Sus brazos enredando mi cuerpo, recuerdo como una fuerza femenina me apreso hermosamente. Sin saber ni quien ni porque me deje llevar.
Como aquella vez en que ella desapareció sin dejar que la viera, sigo sin saber ni quien ni porque. Solo tengo aquí el recuerdo de su olor y en mis manos grabada la textura suave de su piel. Después de tanto tiempo y tanto misterio aun extraño, aun te extraño por extraña que me seas, esta carta refuerza ese poderoso sentimiento de quererlo todo sin tener nada.
1er. parte: Aun te extraño por extraña que me seas
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