—¿Reconoce alguno de estos niños, Teresa?
—Sí —dije avergonzada.
—¿Vio alguno muerto en su sótano?
—¡Ya lo he dicho! Yo mismo los enterré.
—¿Los mataste tú?
—No, fue mi hijo. Él... está enfermo. ¿Acaso lo han arrestado ya? ¿Puedo verlo? —supliqué.
—Teresa..., usted no tiene ningún hijo.