Sonrió, y supo que las letras no morirían con él.
Revista Talentos
Abrió los ojos. ¿Se había dormido leyendo a Neruda? Recordó el terremoto. Silencio angustioso. Las curvas paredes de aquella extraña pirámide le oprimían sin rozarle. Frente a él, números, fórmulas. Giró la cabeza. Criaturas desconocidas se adueñaron de su libro.
Sonrió, y supo que las letras no morirían con él.
Sonrió, y supo que las letras no morirían con él.