Libro 2. Capítulo XXI. Fragmento nº 1356
Antes, puntualizaré que esa ¡NO ES MI VOZ! pero supongo que es algo que nos ocurre a todos cuando nos grabamos con los medios que tenemos más a mano.
En fin, no os riais mucho y ¡ánimo! que si yo he podido hacerlo, cualquiera puede. Dios mío! Aunque parezca mentira, me pongo colorada cuando me miro, me pongo coloraaaaá!
Y tan intensamente se fijó en la imaginación de Camacho el desdén de Quiteria,que se la borró de la memoria en un instante, y así tuvieron lugar con él las persuasiones del cura, que era varón prudente y bienintencionado, con las cuales quedó Camacho y los de su parcialidad pacíficos y sosegados, en señal de lo cual volvieron las espadas a sus lugares, culpando más a la facilidad de Quiteria que a la industria de Basilio, haciendo discurso Camacho que si Quiteria quería bien a Basilio doncella, también le quisiera casada, y que debía de dar gracias al cielo más por habérsela quitado que por habérsela dado.
Consolado, pues, y pacífico Camacho y los de su mesnada, todos los de la de Basilio se sosegaron, y el rico Camacho, por mostrar que no sentía la burla ni la estimaba en nada, quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara;