Nos es más fácil hacer, que ser y estar.
Mientras haces, queda justificado tu tiempo, tu ayuda queda
materializada en una acción, pero cuando alguien te pide sencillamente
que le acompañes, que le escuches, que te pongas en su lugar, no se
puede medir tu logro, no puedes calcular el tiempo que te va a llevar,
ni cuando va a finalizar lo que se necesita de ti y no poder controlar
algo, suele hacernos sentir incómodos.
Igual
sucede con los silencios, para mantener un silencio, se necesita
confianza, sinceridad, honestidad, empatía y saber escuchar el silencio
del otro. Hablar desde la mirada, desde la piel, desde el corazón,
sin
pronunciar palabra....