Revista Literatura

Símbolos

Publicado el 29 noviembre 2013 por Sara M. Bernard @saramber
Símbolos
Esto de la foto son unos tallarines tres delicias podridos. No los oléis, pero están PODRIDOS. Hace falta una mascarilla de oxígeno para acercarse a menos de 10 metros, o un jersey que tapone las fosas nasales para obtener la instantánea. Ni un poco raros ni con regusto a sobras: digo que la carne sabe a zombi descompuesto hecho tiras. La imagen hace justicia al pedazo de ternera, sí, se parece a lo que estáis pensando.

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Silencio, que estoy concentrada

En mi intensa actividad culinaria jamás había encontrado nada parecido, a pesar de tantas oportunidades para el asunto. He cruzado por restaurantes chinos, buffets chinos, buffets chino-vegetarianos, restaurantes asiáticos, restaurantes japoneses, woks de andar por casa y woks de franquicias take away. 
He mojado wasabi en pan y me lo he zampado tranquilamente (después lloré todo lo que no hice cuando lo de la madre de Bambi, pero la apuesta aquella la gané, aunque esa es otra historia).
Y por si fuera poco, domino los palillos como el señor Miyagi. Quizá con alguna trampa, vale, que la mosca estaba quieta sobre un cristal. A pesar de todo eso, nunca había visto ni olido semejante cosa.
Ni probado. Porque lo peor no es que estuvieran podridos, sino que he llegado a masticarlos.

 AGH.
Símbolos

La culpa de masticar cadáver es del Sr. Carlos González Péon, alias Medicina de Tongoy, alias lector que suele comentar las lecturas terribles que hace. Pues sí, desde agosto amenazaba con una supuesta reseña futura de LVdH.No sé qué le he hecho en esta vida o en una anterior, pero se lo había leído (o eso dice). Será que no hay libros por criticar, libros de verdad, con su editorial, con su departamento de marketing que siempre tiene la  novela de tu generación entre manos. 

El tema quedó en suspenso como una broma producto del aburrimiento veraniego, o eso pensé, ilusa. Hasta que el viernes pasado salía por la puerta de casa y el post con la reseña-vomitona se publicó justo, justo, justo, justísimo, el único día en que estoy ocupada. Habrá horas. Meses. No sé, Peón, ¿tiene que ser cuando tengo las manos en el volante, que ni el móvil sirve en estos casos?


Y una angustia cotilla, un reconcome, un ay qué pondrá que no puedo leerlo ahora, pero sí podré contarle a mis nietos que salí en la Medicina de Tongoy, ay que no tenemos almuerzo vamos a llamar al chino que traigan algo.
Por si no fuera suficiente esta ignorancia técnica, me acompañaban personas decimonónicas que no entienden lo de estar mirando el móvil todo el rato -mucho menos que se pueda leer un artículo en eso-. El envase de los tallarines, todos para mí, lo pusieron delante de mis narices. Sin remover, nadie olió nada, eché la mitad a mi plato con una mano y el móvil en la otra, medio escondido bajo la mesa. Y para adentro. 

La conclusión que saco de todo este lío es que mi sentido bizarro del humor está a prueba de bombas termonucleares, igual que mi sistema digestivo. Aprovecho para mandar desde aquí un saludo a todas esas Escherichias coli que decidieron no okuparme el estómago; gracias, amigas.
Una conclusión un poco más seria es que entiendo que la gente seria se cabree. También hay quién se traga algunas noticias de El Mundo Today, tiene que haber de todo en el planeta. Hasta las E. coli tienen derecho a la vida, pero a ver si pueden hacerlo lejos de mi comida.


Tampoco voy a cabrearme muy fuerte, porque el texto no es mi forma de ganar el pan, sino un esparadrapo de emergencia. 

Pensándolo mejor, debería lanzar ya Los versos del hambre: Extended, que ocuparía casi las mismas páginas sólo con las entrevistas presenciales para supuestos trabajos, en el período desde que lo escribí; y con un capítulo muy, muy largo en el que analice el odio que me tiene la Seguridad Social española, que me confiesa que he conseguido (3 años ha costado) derecho a paro tras cotizar gota a gota, pero que luego no porque falta un papel de una empresa extinta a la que no puedo pedírselo, pero está la ayuda de emergencia, que por la letra pequeña que no te cuentan se queda en 217 euros/mes, pero tampoco porque falta no sé qué papel y estás fuera de plazo y CERO.


Si os he dado pena, haced algo. Y si no, pues que os den por el culo de donde salieron mis tallarines.  
Símbolos
La Literatura me va a matar, como hecho empírico y científicamente demostrable. 


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