Revista Talentos

Simultaneas

Publicado el 12 diciembre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro

 Simultaneas


SimultaneasGustavo transpira, el armario luego de tres horas es sofocante, luego de quince minutos también. No hay que apurarse el peligro puede estar cerca, la salvada fue providencial pero no definitoria. Su buen olfato le permitiò distinguir el olor a pescado mezclado con sahumerio y fritanga . Fue rápido de reflejos, subió a la pieza que tanta lujuria y olor a sexo acumulaba.
El hedor a fritanga le recordó la tarde en el chiringo donde conoció a Aníbal, morocho, fornido, pelo con gel. La salsa del lomito de allí era la mejor de todo el barrio. Cuando lo vio al bajito de Gustavo, él mismo le sirvió y le invitó la bebida. Durante un mes de corrido almorzó Gustavo gastando servilletas berretas. Luego sólo los dos y la rutina compartiendo puestas de sol abrazados,cervezas tibias y charlas interrumpidas por cigarrillos.
La mamá de Gustavo lo mandaba a la pescaderìa por la merluza congelada, la más barata, la más amable de cocinar, aunque a veces le pedía el fresco del puerto, pero únicamente cuando venía papá.   Franco lo atendió allí desde niño pesando siempre algunos gramitos de más en la balanza “para la doña”. El fuego se prendió un día que Gustavo fue a comprar de apuro, la persiana ya bajita, todo a media luz. Quedaron solos después de 20 años de sonrisas y miradas congeladas. Noches comiendo kanikama, al calor del televisorcito de la parte de atrás. Hablaban de mar y de frío, todo era muy cariñoso y blanco.
La playa a la mañana esta escondida para el que no conoce. Cristian conocía y se plantaba con la mantita, los sahumerios , el mate y la toalla bien temprano.Gustavo conocía también, pero para él la mañana era café. En los chapuzones Cristian necesitaba que le cuiden  la mercadería y ahí aparece nuestro encerrado joven presto a resguardar las pertenencias del hippie. Cristian comparte un porro, pan relleno e historias. Las historias envuelven a Franco y lo hacen pensar 24 por 7 .
El peligro parece haber pasado, ya no se escuchan ruidos, la mezcla de olores sigue en el aire. Gustavo, deshidratado, sale del armario, su ropa huele a naftalina. Baja sigiloso a la cocina y ahí están los tres con cara de explicaciones. Cristian, Franco y Aníbal, los amores simultáneos de nuestro muchacho. Le piden explicaciones, le piden elegir, le juran amor y perdones. Gustavo baja la cabeza y amaga a irse, una mano lo frena. La mano fuerte del rey del lomito:
-Decidí ahora, es lo mejor para todos.
-Todos me dan algo distinto y me dan lo mismo
-¿Y entonces?
-Me quedo sólo, sean tan felices como lo son conmigo.
-¿Porqué?
-Porque amo a otra persona.
Gustavo sale. En la puerta hay un auto, un hombre lo conduce, tiene pinta de artista.

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