En un mundo de más de 6700 millones de habitantes, el escritor se sentía solo.
No buscaba fama, ni fortuna, ni ningún reconocimiento; simplemente quería plasmar sus sentimientos en aquellas hojas que casi nadie leía. Pero en un mundo en el que reina la hipocresía; en el que nadie da nada por nada; en el que solo te admiro si tú me admiras a mí; no había sitio para él y sus sentimientos.
Muchas veces pensó en despuntar sus bolígrafos y hacer pajaritas de papel con las hojas de aquel cuaderno azul, pero su insistente cabezonería y los callos de sus codos se lo impedian.
Seguramente no era el mejor escritor ni el mejor poeta, pero siempre daba lo mejor de si para intentar plasmar sus ideas.
Y quién sabe, quizas algún día; (seguramente despues de muerto) alguien diga:
"pues, no lo hacía del todo mal".