Después de muchos meses tengo una conversación con un poeta, y hablamos de poesía. Leo Hilo de oro, de Eloy Sánchez Rosillo. La labor de José Luis Morante es magistral. Me ha animado a su lectura, pero no hay un poema de Sánchez Rosillo que me levante del asiento. ¿Eso es poesía o es marketing? Por más que diga García Martín, no hay chispa, ni chicha ni limoná, que dirían en mi pueblo.
Con Manuel Moya hablamos largo y tendido, de manera natural, como gusta. Manolo habla del marketing en la poesía, algo evidente. Y las jóvenes promesas, esos que en su día aseguraron en versos su propia certeza, acaban fundidos en la no poesía. Es la ley de la contradicción evidente.
En este país los jóvenes desean ser futbolistas, actores de televisión en Tele 5 o poetas del marketing. Nada, el vacío más absoluto. Si se leyera más a Parra otro gallo cantaría. A Parra o a Colinas, o a Rosales, o a Claudio, o a Rilke, o a Hölderlin… Pero no, leen a Sánchez Rosillo, a García Montero o a Luis Alberto de Cuenca. ¡Así nos va!
La única esperanza: el día que un no poeta descubre a un grande se le iluminan los ojos. He contemplado varios casos.
¿Usted qué prefiere la fidelidad a la Poesía o el triunfo en vida? Si desea lo primero prenda fuego a todos los libros que posee. Si su elección es la segunda: no guarde silencio ni soledad, venda su cuerpo y su alma. Sin mucha honra y sin la cabeza alta. Pero lo cierto es que no debe creer en nada que le digan, en nada que defiendan. No lo olvide, todo es mentira.