Revista Talentos

Sin rumbo

Publicado el 13 abril 2015 por Isabel Topham
Iba paseando por la ciudad de Segovia durante un largo período de tiempo con mis auriculares y sin prestar apenas atención al paisaje. Alcé la vista y, por unos instantes, observé todo detalle que se encontrase a mi alrededor. En ese momento estaba en la Plaza Mayor, un lugar bastante amplio y con numerosos bares en donde se podía respirar el buen ambiente de sus paisanos, pudiendo ver la imagen de la catedral haciendo esquina con la propia plaza pero, más en concreto y con mayor profundidad, me centré en los pequeños detalles que suelen pasar desapercibidos ante todos.
Empezó a caer lentamente la lluvia sobre las hojas secas de los árboles que ya se encontraban en el suelo, y pude observar la manera de andar de la gente en ese preciso instante. Personas que fluían entre la multitud con calma y tranquilidad comenzaron a correr de lleno dirigiéndose así al soportal más cercano. Yo, en cambio, ahí seguía, en medio de la plaza, con mis auriculares, observando lo que otros hacían sin intenciones de moverme, quería que el agua de la lluvia me calase hasta los huesos. A pesar de ello, lentamente me fui yendo por una de las calles principales de la ciudad (la calle Real) la cual iba a parar al acueducto. Iba caminando despacio y con sumo cuidado para que ningún tipo de detalle pasase desapercibido. Para mi sorpresa, encontré a gente paseando al igual que yo lo hacía también, podía pensar que estaban locos al salir a dar una vuelta en un día de lluvia pero, no creo que fuese la más indicada para pensar en semejante idea. Por otro lado, las tiendas seguían allí, abiertas y vacías, sin apenas compradores ni intenciones de cerrar y darse el lujo de tener un día de descanso. A los cinco minutos llegué al acueducto, esa obra histórica por la cual se caracteriza esta ciudad, en donde paré a descansar.
Allí, me embargué entre mis recuerdos, recordando mi imagen en el lugar anterior al que estuve antes de estar en la Plaza Mayor, la alameda. Pero esta vez no como la experiencia que viví, sino como una tercera persona, como quien te observa desde el exterior. Un lugar bastante tranquilo, y en donde se puede llevar a cabo cualquier tipo de actividad deportiva, los domingos se convierten en los días ideales para dar un paseo por esas zonas y los niños juegan con total libertad entre ellos. También se podía ver en lo alto del camino la imagen del alcázar, embelleciendo los campos verdes en donde estaba sentada, en mitad de la nada cuando de repente una llamada me despertó del ensimismamiento dándome cuenta de que la lluvia ya ha terminado.

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