Sentía como agua helada cada parte de la imagen que entre mis manos se escurría. Partes divididas como un espejo que se revienta cuando cae al suelo. Igual de impresionante, igual de filosos los trozos de vidrio que quedan esparcidos, igual los trozos de tu imagen dejan mi corazón herido.
Todo sucedió en un instante, tan rápido, que un pestañear daba el tiempo suficiente para que pasara mil veces.
Tan repentino, que aún no puedo entender como empezó a desintegrarse la imagen de alguien tan perfecta, tan maravillosa, tan insuperable. La imagen de un sueño que se hacía realidad. Una realidad que se volvió en mi contra, cuando recibí la selfie de una diosa desnuda, con los restos diluidos de un beso en un seno. Un beso que no fue dado por mí en su momento, un vestigio que me fue enviado por una ilusión que estaba a cientos de kilómetros de distancia, un ilusión que me juraba... Que estaba esperando mi llegada sin salir de casa.