Pánico en la madrugada.
Entrar en el cuarto de baño
es el rito inevitable,
allí me espera el que jamás miente:
el reflejo revela, honesto, las imperfecciones.
Testigos son el váter
- antiguo amigo que recibía
mis rodillas y lo amargo
de la confusión en mi estómago -,
la estantería con mis colonias de fruta,
la bañera, el vaso con cepillos de dientes.
Ellos saben, cómplices, la puta verdad,
que a pesar de que cago y me depilo con maquinilla,
a pesar de que haya pasado inadvertida
por un atajo de seres miserables llamados amores,
yo
soy hermosa…
Y cuando acaricié
con estas manos orgullosas
al verso,
yo me convertí
en la criatura más bella
del universo.
(De Yo soy lo que dicen mis manos, poemario inédito)
Ana Patricia Moya