Mujeres. No hay quien las entienda.
Bueno, esa afirmación es harto discutible. Yo creo que son ellas las que nunca me han entendido a mí. Y mira que yo soy sencillito, simple, de una transparencia cristalina. Casi tan cristalino como Shúrik, a quien, sin embargo, ellas entienden muy bien... ¿o quizá no, y resulta que ésa es su tragedia?
Liudmila Ulítskaya (1943) es una de las escritoras rusas contemporáneas más prestigiosas. Sus obras se cuentan por premios y muchas de ellas han sido llevadas a la pantalla. De hecho se dio a conocer con sus guiones de cine, pero antes de eso estudió genética, colaboró en el Teatro Musical Judío y tradujo poesía mongol.
Hechas las presentaciones, pasemos a la novela. Nos dice la contraporta que el protagonista de Sinceramente suyo, Shúrik "es un moderno Casanova bajo la apariencia de chico..." ¡meeec! ¡Error! Jo, empezamos bien. Qué ganas tienen algunos de engañar al lector. Vamos a ver: ligar, Shúrik Korn liga, eso nadie lo discute. Pero concluir por ello que el tío es un Casanova es eso, engañar al lector.
No sé a vosotros, pero a mí el nombre de Casanova me hace pensar en un gran seductor al estilo Mastroianni, galante, irresistible, algo golfo y sinvergüenza, que donde pone el ojo, pone la bala. Algunos dicen que ese tipo de hombre, un Heathcliff chistoso, es el que gusta de verdad a las mujeres, incluso a las que luego se casan con tipos desastrados, resistibles, serios y responsables, como alguien que yo me sé.
Por lo que a mí respecta, personajes -o quizá habría que decir personas- como Casanova siempre me han resultado un misterio del todo insondable. Hay hombres que se preguntan de qué hablan las mujeres cuando van al lavabo juntas. Yo, sin embargo, siempre me pregunté de qué hablan esos hombres que se acercan a una mujer en una discoteca, le dicen algo al oído y la hacen reír. Y por si eso no bastara, cuando se les acaba el palique (su perfección tiene un límite), ¡ellas les ayudan y siguen la conversación!
Volviendo a nuestro héroe, Shúrik es, pues, en cierto modo, la antítesis de Casanova. No hace reír a las mujeres, y no pone en ningún sitio ni el ojo ni la bala, porque él mismo es la diana. No busca su propio placer, sino que... permitidme que vuelva otra vez a mi triste adolescencia. "Le haría un favor" era una de esas expresiones de machito que mis amigotes y yo utilizábamos cuando hablábamos de alguna chica despampanante. "Qué buena está fulanita, ¿eh?" "Sí, no me importaría hacerle un favor". Pues bien, ésa es exactamente la misión de Shúrik: hacer favores a las mujeres. Shúrik es capaz de casarse, sin que nadie se lo pida, con una chica que se ha quedado embarazada de otro, para así ayudarla ante sus padres; le hace un hijo a otra, desesperada por ser madre, y se patea la ciudad en busca de medicinas y haciendo otros recados para cualquiera de sus amantes. Hay que señalar que dichas amantes no son bellezones de portada de revista sino mujeres de lo más normalitas, alguna con sus kilitos de más, otras con su menopausia, su cojera o su enanismo.
No es, pues, la atracción, en ninguna de sus manifestaciones, lo que las mujeres despiertan en Shúrik, sino la compasión. Shúrik no puede ver sufrir a las mujeres; por eso hace los sacrificios que hace, y por eso sale de casa por la noche, para que su madre no se entere de sus andanzas, y regresa al amanecer. Y como la compasión no siempre se compadece con los horarios del transporte público, entre favor y favor tiene que recorrer medio Moscú a pie.
La historia se remonta a los años de la Revolución y de ahí pasamos al estalinismo, luego al deshielo, Brezhnev y el osito Misha. Sin embargo, a diferencia de tantas obras que cubren la vida de un país a lo largo de varias generaciones, en Sinceramente suyo, Shúrik son muy escasas las referencias directas a la política. El nombre de Stalin apenas aparece en un par de ocasiones, lo mismo que el de Khrushov o Brezhnev; hay una referencia a Solzhenitsin y, alguna que otra a Fidel Castro. En todo caso, la idea de que la vida del ciudadano es para el tirano de turno como una pelotilla de mocos se percibe en cada una de las páginas.
Esta ausencia de política, no obstante, no desvirtúa, ni mucho menos, la vertiente histórica de la obra. En ese sentido, Shúrik puede leerse como una Historia de la vida privada en la Unión Soviética. Como sabemos, la otra Historia, la de la vida pública, suele contarnos la vida de un pueblo desde el prisma del poder. Así, uno podría pensar que los ciudadanos soviéticos, o, por qué no, los que vivían bajo el franquismo, se pasaban el día exigiendo libertad, democracia y respeto a los derechos humanos. En realidad, las preocupaciones de cada día, semana o mes, eran ganarse la vida, saber utilizar los enchufes, sobornar al sobornable, ganar una habitación más a costa del vecino, conseguir entrar en la facultad adecuada, o estirar hasta el infinito las joyas heredadas del abuelo en absoluto secreto. Si uno conseguía todo eso y hacía caso a su madre, "no te metas en política", podía aspirar a vivir relativamente libre de angustias. El problema sólo surgía cuando la vida privada chocaba con el poder. Entonces sí, sólo quedaba una salida: el exilio.
Demos ahora un salto hacia delante, al momento en que cerramos el libro. La sensación que le queda al lector tras la lectura es parecida a la que se siente tras una breve y tórrida relación con alguien. Hemos compartido todo, pero todo todito todo y, sin embargo, nos damos cuenta de que esa persona es, en realidad, un extraño. ¿Qué sabemos de sus pensamientos, sus gustos, costumbres o sentimientos, más allá de lo que nos ha revelado en los ratos que hemos estado juntos? Del mismo modo, observamos que, pese a estar centrada en el personaje que le da título, llegados al final de la novela nos damos cuenta de que Shúrik, pese a ser -en teoría- el protagonista principal, es prácticamente un desconocido para el lector. Y esto, que podría parecer un defecto, es, a mi juicio una de las ideas centrales de esta excelente -que quede bien claro- novela. ¿Hasta qué punto se puede conocer a otra persona? (Divagación: me pregunto si en ruso el "conocer" bíblico será la misma palabra que el "conocer", hm, no bíblico). ¿Y qué significa conocer a otra persona? En ese sentido, las páginas finales de la obra, en concreto ese último y brevísimo capítulo, irónico, brillante, demoledor, certero y genialmente prosaico hace que nos planteemos a quién conocemos realmente, y si hay alguien que de verdad pueda llegar al fondo de nuestra alma.
Sin ponernos tan trascendentales, podría decirse que los personajes a los que realmente llegamos a conocer son Lilia, Matilda, Alia, Lena, Svetlana, Valeria y algunas más, mientras que, tanto para ellas como para la autora, Shúrik es un mero instrumento para alcanzar sus fines. Fines que son, para las unas, sexo, compañía y chico de los recados; para la otra, un foco sobre la vida de las mujeres en la URSS. Y lo cierto es que Ulitskaya sabe convertir esa vida en materia literaria interesantísima, aunque no dejo de pensar que el título no está a la altura.
Ser un instrumento apreciado, deseado y anhelado y, sobre todo, accesible e infalible, tiene no obstante un alto precio. ¿Qué le queda de sí mismo a alguien que se entrega por completo a los demás? Una mañana, frente al espejo, Shúrik no se reconoce.
El descubrimiento de ese semblante le afectó tanto como a una mujer. Tenía treinta años, ¿y qué? Un trabajo rutinario, siempre el mismo, traducciones técnicas y científicas, el cuidado de la madre y también toda una montaña de obligaciones que ni siquiera había escogido, sino que le habían sido impuestas: Matilda, Svetlana, Valeria, Maria, Sonia... (...) Tenía la triste certeza de que otras personas aparecerían y dependerían de él y que nunca tendría una vida propia...
Shúrik nunca eligió a una mujer, y Liudmila Ulítskaya no sólo nos ha regalado una gran novela, sino que ha conseguido que yo deje de sentir envidia de aquellos Casanova discotequeros de mis años de juventud.