Lejos de su labor en defensa de los derechos de los trabajadores, los sindicatos corruptos de este país se han convertido en el brazo ejecutor de los chanchullos del Partido Socialista. En el "brazo tonto" del PSOE.
El dúo patético formado por Cándido Méndez (UGT) y su ya inseparable compañero de fechorías Fernández Toxo (CCOO), a los que sólo falta darse "piquitos" en público, ha transformado la legítima defensa de los derechos obreros en una indigna pantomima, demagoga y partidista.
Y hablo sólo de estos dos porque representan (o eso dicen que hacen) a una mayoría aplastante de los asalariados españoles. Juntos actúan con una cuota de poder cercana a la de un sindicato vertical, como el que tanto han combatido. Los demás son meros adláteres.
El hecho es que con el anterior gobierno, ese que casi nos hunde en la miseria, estos dos jetas vivían muy bien. Subvenciones, locales gratuitos, compadreo y corrupción. Ahí se movían como pez en el agua. Sólo convocaron dos "huelguitas" casi al final de la segunda legislatura, tras verse acorralados, abucheados y casi lapidados por sus bases y la opinión pública. Lo hicieron obligados, escondidos y casi pidiendo perdón. Toxo, en concreto, tuvo que "refugiarse" en un crucero por el Báltico con su señora, días antes de la primera huelga, para "reflexionar" sobre la misma. ¡Qué abnegación! ¡Qué sacrificio! ¡Qué espíritu de lucha! Y el capitán Schettino hundiendo barcos por el mar Tirreno. ¡Qué desperdicio!
Ahora, con la llegada del gobierno del PP, les han empezado a tocar "el magro". Se huelen lo que les puede venir encima. La Comunidad de Madrid ya empezó a cuestionarse el tema de los "liberados sindicales", esos sinvergüenzas que, sin tener que trabajar, son pagados como si lo hicieran por las empresas que les contrataron. Vamos, que no dan un palo al agua. Son menos productivos que Espinete en una fábrica de condones.
Los sindicatos se cuidan muy mucho de hacer público el número real de parásitos de este tipo que viven a costa de todos. ¡Son legión! Por no hablar de los delegados y otros enlaces sindicales, con sus horas de libre disposición que, casualmente, suelen coincidir con puentes, "acueductos" y otras vísperas de festivos.
Es ahora cuando, viendo sus privilegios tambalearse, convocan una nueva huelga general para el próximo día 29 de marzo. Y sólo hace tres meses de la entrada del nuevo gobierno. Con el anterior tardaron casi siete años y fue el que nos colocó en la situación que estamos. Sobran las palabras.
Y no digo que la protesta no esté justificada. Es evidente que las medidas adoptadas por el PP perjudican a los de siempre, a las clases menos favorecidas de la sociedad. Pero este hecho, a los sindicatos corruptos y politizados que tenemos, les da exactamente igual. Lo que no quieren es que muevan sus inmensos culos de las poltronas que ocupan.
A todo esto, con la crisis que padecemos, los empresarios encantados. Un día menos que pagar (más la parte correspondiente de pagas extras, vacaciones, etc.) a los que secunden la huelga. Los únicos que cobrarán son los liberados (por supuesto) y los delegados y enlaces sindicales que, con total seguridad, ya habrán acumulado sus horas de libre disposición para usarlas ese día (y el siguiente, que es viernes) e irse a la playa "si hace bueno". ¡Pedazo de jetas!
Los piquetes "informativos" (o falanges neonazis, como usted quiera llamarles) ya han empezado a actuar. Amenazan, apuntan en "listas negras" y hasta fotografían comercios y empresas que manifiestan su legítimo derecho a no secundar la huelga. ¿Cuánta silicona gastarán para inutilizar cerraduras ese día? ¿Cuántas piedras lanzarán contra escaparates y ventanales? Los sindicatos recuerdan y exigen (ver sus páginas web) el respeto al derecho a la huelga. Y me parece muy bien. Lo que no me parece tan bien es que no exijan, de igual manera, el derecho al trabajo y a la libertad de decisión que todos tenemos.
Que los sindicatos son necesarios no admite duda. Pero sindicatos que realmente defiendan nuestros derechos y no los suyos. A mí no me representan. Les rogaría, por tanto, que no hablen en mi nombre. Una "desratización" a fondo no les vendría nada mal.