«Sufrimos o nos deleitamos en función de sentimientos reales. En sentido estricto, las emociones son exterioridades»
Antonio Damasio
Papa está embarazado también, en su cabeza, para que mamá no se sienta sola. Es la respuesta que da el pequeño Samuel cuando su abuela pregunta: ¿Qué le pasa a tu padre?
La buena señora se muestra preocupada. En este embarazo, su yerno no para de vomitar, igual que su hija hace un par de semanas. Pronto cumplirá cuatro meses y no entiende lo de ese hombre. A veces presenta náuseas, antojos alimenticios, se levanta de madrugada para comer, tiene calambres, está más gordo y, para colmo de males, hoy está tirado en el sofá con un ataque de ciática. Increíble.
Unos minutos después, la futura abuela se siente más tranquila. Su hija le ha explicado que su marido sufre lo que se conoce como Síndrome de Couvade, algo inocuo y pasajero. Aliviada, respira tranquila.
Curiosamente es más frecuente de lo que se cree. Entre un 20 y un 70% de hombres presentan este síndrome. Llamado así, Couvade, que significa incubar o criar, del francés “couver”
Es más frecuente en padres primerizos y suele manifestarse hacia el final del primer trimestre de gestación de su pareja, o bien en los últimos meses del embarazo.
¿Causas de esta gestación empática? Se mezclan varias teorías: respuesta de adaptación al nuevo rol social, envidia por la capacidad de gestar o solidaridad inconsciente hacia su compañera.
Lo cierto es que este cuadro de síntomas somatizan la ansiedad frente a los cambios previstos, siendo capaces de alterar los niveles hormonales en el hombre. Aparecen cambios en testosterona, cortisol y prolactina. Se cree que dichas alteraciones están inducidas por las feromonas que secreta la embarazada, para favorecer conductas de protección y cuidado hacia su familia.
Un estudio reveló que los padres que habían experimentado el síndrome de Couvade respondían más rápidamente al llanto del bebé. Probablemente inducido por el aumento de prolactina que presentaban estos hombres.
¿Qué hacer?
Comunicarse con la pareja, mostrar los miedos, las dudas y sobre todo tener en cuenta al compañero en todas las decisiones que se tomen, respecto al embarazo, parto y crianza. No suele requerir tratamiento psicológico. Un poco de comprensión y paciencia suavizaran las conductas anómalas. Por supuesto, lo último que se recomienda es bromear o ridiculizar al desconcertado varón que no comprende que le está pasando.
Todos estos síntomas desaparecen tras el nacimiento del pequeño, formando parte del cuadro anecdótico que luego podrán, papá y mamá, contar.
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3628883/
