Rejas internas. Foto: J. C. González
El pensamiento crítico siempre es incómodo. Se anima a los ciudadanos a ser libres y pensar por sí mismos. Es uno de los objetivos del sistema educativo en las sociedades democráticas. Lo que no se suele decir es que el pensamiento crítico solo se puede llevar a cabo a través de un verdadero diálogo. Es fácil argumentar y decir lo que pensamos. Otro asunto es escuchar al otro, pensar sus argumentos y aceptarlos si es necesario. Cuando el otro dice lo que nos gusta, lo celebramos, lo compartimos y alabamos su sentido crítico. Cuando lo que dice no nos conviene, perdemos rápidamente la paciencia y el hilo de la conversación.
En el ámbito cultural, la libertad de expresión y la crítica son ingredientes necesarios, imprescindibles. Los creadores tienen que poder trabajar con absoluta libertad. Pero también tienen que aceptar, aunque no estén de acuerdo, las críticas que realicen los periodistas culturales. Lo ideal es que se establezca un diálogo sincero. El creador puede replicar públicamente con otros argumentos. Lo que no puede ocurrir es que se use la violencia, verbal o física, para atacar al que piensa diferente y dice lo que no nos gusta.
Es muy bueno que haya puntos de vista opuestos sobre las creaciones culturales. En ese terreno, nos movemos siempre por una zona fronteriza, entre lo subjetivo y lo objetivo. Saber si se cumplen las normas técnicas del oficio quizás sea algo objetivo. Valorar cómo se cumplen ya depende de criterios más subjetivos. Ahí aparece el concepto de estilo. Imaginen una novela que cumple todas las normas gramaticales y sintácticas, una novela en la que hay figuras literarias bien aplicadas, pero que carece de valor artístico. El crítico nos lo advierte: no es una gran novela. Ahora tiene que justificarlo: los personajes y la trama muestran incoherencias...
Una de las funciones de los medios de comunicación es dar a conocer las obras de los escritores y artistas. Y otra es realizar valoraciones críticas que enriquezcan la recepción, comprensión y contextualización de esas manifestaciones culturales. Las dos funciones son igual de importantes. No basta con contar que ha aparecido una nueva novela. Necesitamos que alguien abra un diálogo sobre la calidad de la obra. Sin esa labor crítica autónoma, el valor cultural puede ser sustituido por otros valores, ya sean económicos, políticos o religiosos.
El mercado construye productos artísticos y genera mecanismos de promoción muy poderosos. La gran novela del año... Nadie en su sano juicio se atreverá a no leerla, y mucho menos a decir que carece de interés... Las olas del mercado arrasan con todo. El verdadero crítico va en muchas ocasiones a contracorriente. El arte puede verse afectado también por factores políticos, estratégicos e ideológicos. Los que tienen el poder pretenden tener siempre la razón. Lo que nosotros programamos es lo mejor del mundo... El crítico cultural tiene que analizar la obra en sí, venga del lado que venga.