Comencé el año en cámara lenta, tranquilamente, sin prisas, en parte por circunstancias fuera de mi control y en parte porque ya me aburría estar con el pie en el acelerador de forma continua.
Antes de asustarte, declaro solemnemente que no me he vuelto un Amish tecnológico con la medianoche del 2010. Simplemente he evitado caer en vanas promesas destinadas a no cumplir, en débiles revisiones de medianoche ni en planificaciones casuales inmediatamente posteriores a los brindis de cava.
Puede que si, que sea esta una tendencia global y que solo esté copiando el eco de otras actitudes (¿latitudes?) que rechazan la dependencia de las dosis elevadas de información. Puede.
Sabemos que sobre información puede ser desinformación si no hay un marco de entendimiento, un modelo de estudio ni un adecuado tiempo de análisis. Por eso puede que haya decidido empezar el 2011 con el móvil apagado, el Hootsuite durmiendo la siesta y dejando que los correos gotearan lentamente por el Outlook. Fue el momento de dar un paso al costado en el bosque, para verlo entero y sacarse ese árbol frente a nuestras narices que nos tapaba la vista.
¿Significa esto un cambio en la comunicación personal? Sí y no. Cuando alcanzas un número de canales que se replican entre sí, es una buena idea ir volver, retornar a una síntesis que puedas gestionar en menos tiempo y con menos presión. Cambia mi forma de oír, despejando el ruido.
¿Se puede extrapolar esta tendencia hacia las comunicaciones corporativas? Sí y no. No es ni siquiera similar el estado de las comunicaciones -de lo institucional a lo digital- entre dos o tres mercados (pienso domésticamente en España, Italia o Argentina). Entre sus puntos en común, la comunicación interna aún flota entre dos áreas, las relaciones públicas siguen siendo un juego de grandes pivotando entre un portavoz y un negociador mientras la gestión digital de comunidades aún no ha marcado ni inducido cambios a la cultura de empresa. Hay una clara tendencia internacional pero el patio local (o ”los patios..”) aún está bastante quieto y vacío. Quietos y vacíos.
El gran miedo a los social media gira sobre la pérdida de control: demasiada información, demasiados actores, demasiadas voluntades. Demasiadas variables que influyen sobre las marcas. Demasiado tiempo a invertir, en tiempos donde la eficiencia simulada tiene más valor que una leve innovación social. El miedo siempre acobarda.
Un ejecutivo de los medios se quejaba diciendo “Primero se cargaron el negocio de las noticias, luego el negocio de la música, luego la publicidad. ¿Hay alguna industria en que me meta sin que la destruya la tecnología digital?”. Eran palabras de Andy Nibley, ex director general de Marsteller, ex director general de Reuters Digital y de Universal Music.
Pocas dudas me caben que el movimiento de ralenti -en sentido de negocios- impacte en nuestras empresas incluso en el corto plazo. Ir lento es una excelente manera de poder apreciar el entorno, saborear los matices y mantener una comunicación tranquila.
Además, como primer chapuzón ¿quién le negaría el mérito a la industria de entrar lentamente al océano de los social media?
Por el contrario, puede que sea la forma en que masivamente se mojen en un fenómeno que muchos vemos como un Tsunami pero que tantos -sordos o paralizados, por el temor o por el desconocimiento- apenas ven como oleadas.
Sin prisas, sin pausas ¡feliz 2011!
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